Principal

Diario YA


 

una pica en flandes

Titadyn para aburrir

Rafael Nieto. 15 de junio. He leído (tenía muchos pecados sin confesar desde hacía tiempo, y había que hacer penitencia intensiva) el libro del químico Antonio Iglesias titulado “Titadyn”. Entiéndaseme: la tesis que defiende la publicación es absolutamente certera, pone en evidencia las múltiples irregularidades en la instrucción del juicio del 11-M y ofrece una exuberante documentación que avala por sí misma la certeza de que en España se nos quiere escamotear la verdad del atentado más grave de nuestra historia. El problema de este libro es que no es un libro; es el informe pericial de un químico.

Pretender que un ciudadano normal y corriente pueda engullir decenas de páginas con términos como metilisibutilcetona, fenilmetilpolosiloxano o difractrometría es perseguir un imposible. A partir de la página 50, a uno le entran muchas ganas de que acabe esa tortura cuanto antes y lleguen las conclusiones, único terreno en el que la rica prosa española (con adjetivos, sustantivos y verbos) se hace lengua en todo su esplendor. Porque el informe pericial, con perdón, es un coñazo de padre y muy señor mío.

Nada que reprochar al rigor profesional de Antonio Iglesias, a su agudeza en la observación de los errores (¿errores?) cometidos por los Tedax, a su capacidad de resistencia al cansancio y hastío que, seguro, acompañan a la realización de tan prolija labor analítica. Sólo una objeción: no es un informe para ser divulgado entre el público general, porque sencillamente es intragable. Lo mejor de la obra es el prólogo de Casimiro García Abadillo (como siempre, lúcido, brillante y valiente) y las conclusiones del perito, en las que se sostiene la tesis principal del libro: que es “altamente probable que en el foco 3 de la estación de El Pozo haya estallado Titadyn”.

“La cuarta trama”, escrito por José María de Pablo (abogado de algunas familias de víctimas de la masacre) es, al contrario que “Titadyn”, un libro apasionante que engancha desde la primera línea, y que consigue trasladar, en un seductor crescendo narrativo, la idea fundamental de la investigación posterior al juicio, es decir, que han existido maniobras deliberadamente conducentes a ocultar la verdad de los atentados. Ese es el concepto que debe quedar claro a los españoles, la razón del escándalo que debería abochornarnos como pueblo: la prueba de que somos ganado, y como ganado nos tratan, conduciéndonos de un lado a otro para pastar nuestro pienso ideológico.

“Titadyn”, cuya documentación exhaustiva seguro que manejó De Pablo para su brillante trabajo editorial, tiene la fuerza de la prueba, la grandeza del esfuerzo realizado por el químico Iglesias; sin embargo, como libro destinado a la lectura de un público heterogéneo, resulta muy, muy aburrido, engorroso y plúmbeo. Insisto: con el prólogo y las conclusiones hubiera sido más que suficiente.

Etiquetas:rafael nieto