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Diario YA


 

del cuarto centenario de la Congregación de la Causa de los Santos

La llamada universal a la santidad no podía excluir a los niños

Javier Paredes. Los protagonistas del día son los dos pastorcitos de Fátima, Jacinta (1910-1920) y Francisco (1908-1919), cuya fiesta se celebra hoy 20 de febrero. Hace tiempo que investigo los procesos de canonización de los niños, cuyo resultado de momento es la publicación de dos libros en la editorial San Román. El primero dedicado a Santo Domingo Savio, Laura Vicuña y los pastorcitos de Fátima se titula Santos de pantalón corto; y en el segundo, el más reciente, se narran las vidas de tres niñas de Madrid, que están proceso de beatificación, este es su titulo: Al Cielo con calcetines cortos. Maricarmen, Pilina y Alexia.

  En efecto, con motivo del cuarto centenario de la Congregación de la Causa de los Santos (1588-1988), se celebraron una serie de sesiones en las que se llegó a la conclusión de que la llamada universal a la santidad no podía excluir a los niños, porque si bien es cierto que la Iglesia reconoció siempre la santidad de los niños mártires, es relativamente reciente la elevación a los altares de los niños confesores, es decir de aquellos que a pesar de su corta vida supieron responder a su condición de bautizados viviendo las virtudes cristianas en grado heroico.

 El primero de los niños que tuvo tal reconocimiento fue Santo Domingo Savio (1842-1857), canonizado por Pío XII en 1954, pero después de esta fecha el curso de los procesos de beatificación sufrió un parón, hasta el centenario al que antes nos hemos referimos. Pero recientemente ha sido beatificada la niña chilena Laura Vicuña (1891-1904), que murió a los doce años y medio. El 13 de mayo de 2000 beatificó a Jacinta y Francisco. Y en la actualidad, -entre otros muchos casos de menores de quince años- están muy avanzados los procesos de  la francesa Anne de Guigné (1911-1922); el del alemán Bernard Lehner (1930-1944); los de los italianos Galileo Nicolini (1882-1897), Anfrosina Berardi (1920-1933) y Antonieta Meo (1930-1937), "Nennolina", dos de cuyos milagros tras su muerte han sido relatados precisamente por el maestro intelectual de Juan Pablo II Garrigou-Lagrange y las españolas Maricarmen González Valerio (1930-1937), Pilina Cimadevilla (1952-1962) y Alexia González-Barros y González (1971-1985), protagonistas de mi libro Al Cielo con calcetines cortos. Maricarmen y Pilina ya han sido declaradas venerables, y vivo con la esperanza de que muy pronto la Iglesia reconozca oficialmente la santidad de estas tres niñas madrileñas, cuyas vidas ejemplares han hecho y hacen tanto bien a muchas almas.

 

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