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la gallera

Música y hogar

José Escandell. 30 de mayo. Resulta llamativo el éxito de la música ligera moderna. Siempre ha habido música popular, aunque en nuestro país tenemos hoy muy olvidadas las coplas, las jotas y los ritmos folclóricos. De éstos, sólo sobreviven los que han encontrado traducción a formato moderno, como sucede con la música andaluza en versiones electrónicas, como las sevillanas para consumo de fiestas y bodas. El resto es pura arqueología. Se prefiere en casi todas partes la música de estilo americano, con ritmos e instrumentos modernos.

En las fiestas privadas o públicas, en las discotecas, en los centros comerciales como sonido ambiental, en las radios, siempre se escucha la misma clase de música, universalmente unitaria. Hasta en las iglesias.

Para que ello sucediera ha sido necesario el desarrollo de los tocadiscos, las casetes, el disco óptico y los más modernos soportes digitales. Había antaño que resignarse a la música en directo, hasta que los sistemas de registro de sonido han ido haciendo más fácil escuchar música en cualquier lugar. Primero fue el fonógrafo y el tocadiscos. Pasó la música de las salas en directo a las casas. Cada vez más cómodo, con aparatos siempre mejores y más manejables, hasta la posibilidad, hoy, de escuchar música en privado por la calle con unos auriculares y un MP3 o un teléfono móvil. A todas horas, en cualquier lugar.

Hay que pensar que este progreso evidente y valioso no ha sido una historia aleatoria ni improvisada en todos sus momentos. Intereses comerciales han empujado hacia este resultado, pero destacar estos intereses por encima de otros es una simplificación. Los hay de otras clases y muy poderosos.

La música ligera actual es simple pero, sobre todo, es envolvente. Se escuche a todo volumen o no, sea de un estilo o de otro, lo que sobre todo parece tener es una enorme capacidad de captación. Envuelve, inunda, embarga. Que sean los especialistas quienes detallen cómo es ello posible, según los timbres, los ritmos y las melodías. La elemental reflexión de oyente advierte en esa música esa atractiva característica, por mucho que se puedan reconocer otras muchas. La música moderna ligera es capaz de generar una situación total. Crea un clima en el que el oyente se puede dejar llenar por completo, y eso es, además, lo que el oyente suele buscar en ella.

Podría decirse que es una evasión, y quizás lo sea en ocasiones. Aunque propiamente no es el clima musical ligero algo que el oyente desee como alternativa a la vida. Sino que, más bien, lo que se quiere es el clima musical como esencia de la auténtica vida, lo cual es algo mucho más profundo y decisivo. El vivir del joven en la discoteca quisiera instalarse en el ritmo y las luces y las voces y los vestidos y los cuerpos y los deseos que le rodean. El ambiente musical resulta fugaz por su duración, pero no por su atractivo. Lamenta el joven no poder vivir en esa música, que luego lleva consigo en el automóvil y en el MP3.

Esta música tiene un efecto hipnótico, estimulante y narcótico. Pero su atractivo no se limita a esta posible función. Se ha hablado en psicología del aprecio de la música como efecto del recuerdo del vientre materno. En ciertas melodías, el oyente revive el palpitar del corazón de la madre escuchado durante nueve meses en su seno. Como un regreso al paraíso de la protección, la inocencia y la paz. En los momentos de éxtasis musical puede darse algo parecido. Pero se trata, en todo caso, de un vientre simulado y a menudo negativo.

Porque la música ligera es escuchada por jóvenes que, generalmente, viven en familias desestructuradas, si no destruidas. Ello encaja bien con el hecho de que la música ligera tenga muchas veces un carácter agresivo en sí misma (y no sólo cuando sus letras incitan a la violencia). En realidad, tiene una fuerte carga de resentimiento. Por eso, el regreso al útero es, para muchos de los usuarios de la música moderna, el regreso al infierno, al lugar del sufrimiento y de la falta de amor. La música ligera ofrece un nuevo hogar, un nuevo mundo, que se nutre a menudo de las cenizas del dolor por el paraíso que pudo ser y nunca se encontró ni se encontrará. 

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