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Diario YA


 

"La noticia corrió como la pólvora. Al principio los datos fueron confusos"

Este es el testimonio de un Guardia Civil destacado en Afganistán

Buenas noches. Si es que ese término tiene algún sentido aquí, en Afganistán.Cualquiera que tenga curiosidad por leer estas torpes palabras, dictadas por el corazónmás que por la lógica, desde un lugar tan alejado del hogar, podrá comprender el dolorque se siente al ver como un compañero pierde la vida por el simple hecho dedesempeñar su trabajo.No es que pretendamos merecer más que otros, pero no resulta fácil encontrar apersonas que estén bajo constante peligro de ser asesinados por el simple hecho detener una profesión “diferente” a la del resto.La noticia corrió “como la pólvora”. Al principio los datos fueron confusos. Más tarde,la tragedia se hacía realidad. Nos confirmaban que dos compañeros y un traductorespañol habían perdido la vida en un atentado terrorista.No sabíamos que pensar. No sabíamos que hacer. Simplemente, no te lo crees. Se diceque estamos preparados para “esto”, que para “esto” nos pagan, que “debes" estarpreparado para estas situaciones.Pero hay que ser realistas. Es mentira. NO estamos preparados para esto, NO nospagan para esto y, mucho menos, creo que ningún ser humano debiera estarpreparado para estas situaciones.Cada día leemos informes sobre ataques producidos en todo el país y especialmenteen nuestra zona de actuación. Los atentados son diarios y numerosos. Las bajas,incontables. La sensibilidad, por desgracia, prácticamente inexistente. Conforme pasael tiempo, y casi sin darte cuenta, hablas de muertos en combate y ataques conexplosivos improvisados como si fuera lo más normal del mundo.Claro que se me olvidaba. Aquí, en este “mundo”, sí que es lo normal.Pero de pronto un mazazo te devuelve a la dura realidad. Estás en un país dondealgunos se niegan a que ayudes a la población, y para ello no dudan en acribillarte abalazos si es necesario. Y lo han conseguido con alguien a quien conoces desde haceaños, o con el que has compartido algunas cenas en Kabul antes de comenzar unamisión de seis meses sin poder imaginar siquiera que no ibas a volver a verlo.Coincidiste en el mismo avión de ida. Lo lógico es pensar que coincidirás en el devuelta.Sabemos perfectamente cuál es nuestra misión, así como los riesgos inherentes a ella.Y lo aceptamos como profesionales que somos, voluntariamente, con el conocimientode que tal vez no volvamos a ver a nuestros seres queridos.Sin embargo, sabes perfectamente que podrías haber sido tú mismo. Rápidamentellamas a la familia y les dices entre lágrimas que te encuentras bien, pero que haocurrido algo terrible. El teléfono no deja de sonar y en España ya se sabe. No puedodejar de pensar que podría haber sido yo. Les faltaba el mismo tiempo que a mí paraacabar nuestra labor. Recuerdo perfectamente cuando anoche hablé con mi mujer y ledije: “no te preocupes, en unos días estaré allí. Te quiero”. Estoy seguro de que ellostambién lo hicieron. Y no consigo que se me quite de la cabeza.El tiempo pasa. Los nombres se dan a conocer y algunos de nuestros amigos enEspaña sienten una triste alegría porque no has sido tú. Sentimientos contradictoriosdonde los haya.Y llega un momento en que todo, al menos aquí en nuestro mundo “normal” se relaja.Te empiezas a dar cuenta de un detalle. Mañana simplemente serán tres números másen un informe de bajas, como todos los días. Así, sin más.Estás tan acostumbrado a oír como mueren americanos y alemanes de las basescercanas que sabes lo que ocurrirá con los tuyos. Nada. Y te niegas a aceptarlo. No semerecen que al día siguiente se continúe como si no hubiera pasado nada. No quieresque la Guardia Civil se convierta en un número más de un informe de la OTAN.Somos profesionales, nos sentimos como tales y estamos ejerciendo nuestra labor contotal entrega, dedicación y espíritu de sacrificio. Le podría haber pasadoperfectamente a cualquiera de nosotros, ya que se realizan las mismas misiones endistintas partes del país. Y sabes que no estaría bien que quedase en el olvido.Seis meses pueden llegar a ser muy duros. Durante el día el sol quema como siestuvieras en el infierno. Las clases que impartes implican un serio riesgo para tuintegridad, como ha quedado demostrado. Sólo puedes fiarte del compañero quetienes al lado. Los convoyes son frecuentes y salir fuera de la base es jugar a la ruletarusa en forma de secuestro, ametrallamiento o explosión al paso.Las noches no son mucho mejores. A penas se concilia el sueño cuando sabes que tubase es una de las pocas que no se han atacado. Eres consciente de que es cuestión detiempo y probabilidad. Tener siempre el arma encima o en la mesita de noche, lo“normal”. Has recibido el entrenamiento adecuado y sabrías como actuar. Pero deseascon toda tu alma que no te pongan a prueba.De repente lo tienes tan claro como el agua. Lo mínimo que se puede hacer es rendirsincero homenaje a aquellos que han defendido los valores democráticos de lasociedad española de la forma más heroica posible: derramando su sangre por aquelloen lo que se cree.Así, todo se desencadena rápidamente. Sin pedirlo aparece una bandera española.Alguien no duda en entrar en la oficina del jefe de la base y, con un torpe aunquedecidido inglés, le explica lo ocurrido y le solicita el poder ondear a media asta labandera nacional en señal de duelo. Extrañado, ya que está acostumbrado a quemueran soldados americanos diariamente y no se hace nada (lo “normal”), accede.En la base sólo hay un mástil. Y como cabría esperar, sólo una bandera. Laestadounidense.No es nuestra intención arriar su bandera para colocar la nuestra. Sólo queremosmostrar nuestro respeto para con los compañeros caídos. Sin embargo, el custodio delsímbolo americano, un duro ex marine tejano de acento cerrado donde los haya, no loduda: “hoy han caído dos de los vuestros. La bandera americana se arriará y hoy sóloondeará la vuestra a media asta. Tal y como os merecéis”.Y a partir de aquí comienzan las sorpresas. Durante las horas siguientes todos losmiembros del resto de contingentes (americanos civiles y militares, franceses,holandeses, alemanes y polacos) observan que algo no cuadra en el patio central de labase. Una bandera española ondea a media asta. Está claro que algo ha ocurrido y queno es “normal”.Nuestra intención es humilde y sencilla. Sólo queremos presentar nuestros respetos yrecoger nuestra bandera a toque de oración. Para ello, preferimos esperar a queanochezca, momento en que no suele quedar nadie en el patio. Todos suelen irsetemprano a “intentar” dormir.Pero ya es tarde para que nuestro pequeño y espontáneo acto pase desapercibido.Antes de que formemos se han congregado todos aquellos con los que diariamentecompartimos riesgo y profesión, y algunos que conocemos de simple vista se sumancomo espectadores. Saben que es lo que va a ocurrir y han decidido no dejarnos soloscon nuestro dolor.El acto, aunque breve y sencillo, es muy emotivo. Discurso en inglés, como era deesperar. Recuerdo a la labor ejercida por el Capitán José María Galera, Alférez LeoncioBravo y el traductor español Ataollach Taefi Kalili. No se olvida que un día antescayeron dos militares franceses en una emboscada. También hay un espacio para ellosen nuestro acto.Nos toca arriar la bandera. Lo más duro, ya que sabemos su significado. El silencio estotal, sientes como se te respeta y se comparte tu dolor. Algo está dejando de ser“normal”. La bandera baja lenta pero solemne. Se recoge y se dobla de la forma másdigna posible.El acto acaba como empezó. En silencio. Recibimos las condolencias de los asistentes.Y empezamos a percibir un hecho del que hasta ahora no nos habíamos percatado. Serespeta a la Guardia Civil en esta base. Y mucho. Será por algo.Y al día siguiente, lo esperado en nuestro corazón, a la vez que no planificado, ocurre:que la memoria de nuestros compañeros no se convierta en una noticia de tres líneasde finales de agosto.No paran de llegar mensajes de amigos, familiares y compañeros. Incluso dedesconocidos que no sabemos cómo han conseguido nuestra dirección. Ánimos,correos llenos de orgullo y reconocimiento a la labor desempeñada por todos losguardias civiles en Afganistán. El buzón de entrada está a tope.A penas se tiene tiempo para responder, dar las gracias y dejar claro que nuestrosadmirados héroes están en la base de Qala e Naw. Aquí, en Mazar e Sharif, sólo hemosquerido rendirles homenaje. Nada más.Vosotros, compañeros de penurias en Qala e Naw, que conocéis cuan duro puedellegar a ser esta nuestra labor, habéis demostrado con creces, y con vuestra sangre,que la Guardia Civil está a la altura de las circunstancias y que es respetada por toda lacomunidad internacional.Sois ejemplo a seguir para el resto de españoles destacados en Afganistán. El valor yano se os presupone. Estad seguros de ello.José María y Leoncio. Vuestro sacrificio no ha sido en balde. Toda España sienteprofundamente vuestra pérdida. Nuestro inesperado objetivo se ha cumplido. Ya noseréis una noticia de tres líneas en un periódico de finales de agosto. Las entradas enInternet de nuestro humilde acto de respeto para con vosotros se pueden contar porcientos. Los foros profesionales elogian vuestra labor como si de héroes épicos s etratara. No dejaremos que os convirtáis en algo pasajero.Sabed, allá donde os encontréis, que la Guarida Civil seguirá ejerciendo su labor, sicabe con más tesón y gallardía ahora que tenemos un ejemplo de valor a seguir.Habéis dado un renovado sentido a parte de nuestro himno: “Viva honrada la GuardiaCivil”.Y a los demás, aquellos que os habéis interesado por leer estas torpes pero sinceraspalabras de un Guardia Civil destacado en Afganistán, sabed que mañana seguirécumpliendo con mi labor tal y como la sociedad española espera de mí. Que noesperamos otra cosa que la satisfacción del deber cumplido y que a partir de ahora a laGuardia Civil se la mira en Afganistán con más admiración y respeto, porque hemosconseguido que algo deje de ser “normal”.