El día de todos los días
Me parece, si no la han cambiado, que en este comienzo de junio se celebra el Día del Medio Ambiente que es un tema que todos aprobamos genéricamente, aunque en ocasiones, a la vez, arremetemos con daño a ese Medio Ambiente, que como decía un graciosete “se va quedando en un Cuarto Ambiente, si acaso”. Porque entre todos estamos acabando con la pureza del aire que respiramos y del agua que bebemos. También es ocasión de repetir el viejo chiste de que no cuesta trabajo que el Día del Medio Ambiente procuremos no dejar los grifos abiertos ni las luces encendidas ni mucho menos talemos los árboles, si todo eso lo podemos hacer en los 364 días restantes.
Claro que esto mismo es también aplicable a los demás “días”. ¿Día del Padre? ¿Día de la Familia? Como si todo el año no tuviéramos un padre y una familia. Como si sólo tuviésemos que honrar a los nuestros en esa fecha que les hemos adjudicado. Como si no merecieran cariño, atención y respeto todas las jornadas del año.
Pero lo que yo digo es que si hay un día, creo yo, para el agua, otro para el aire y el de más allá para la tierra, que son elementos que debemos festejar, se nos debe avisar en las agendas y los periódicos con tiempo para que lo celebremos con atención, devoción y consideración. Aunque no sea preciso, en esta vez, practicar la elegancia social del regalo, que eso es para otras cosas.