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Diario YA


 

Pocos hombres en la historia España han hecho más cosas y cosas más distintas

Ángel Herrera, impulsor de doctrina social de la Iglesia en España

TOMÁS SALAS

Si fuéramos un país donde hay un poco de más sensibilidad histórica, la figura de Ángel Herrera hubiera sido objeto de mayor atención por parte (sobre todo) de los no católicos. Pocos hombres en la historia España han hecho  más cosas y cosas  más distintas. ¿Hay alguien que haya sido periodista y fundador de periódicos, abogado, eminencia gris de partidos políticos, empresario, comunicador infalible en la palabra y la escritura  y, además, en su madurez, sacerdote y cardenal? Este carácter polimorfo parece casi milagroso y, sin embargo, ¿hay alguien cuya vida trace una órbita más continua y coherente?  Intentaré en estas líneas explicar las claves (o una de ellas) de esa coherencia.

Su labor  y  proyección pública no puede reducirse al ámbito religioso y eclesial, sino que alcanza a toda la sociedad española de su época. Incluso pienso que habría que hacer un esfuerzo para ver su vida en una perspectiva más amplia: el intento de la Iglesia de inmiscuirse en los entresijos de una vida social que va tomando tintes dramáticos en los países de tradición cristiana, en Occidente.

Me explicaré. Hay un momento en la historia de Occidente en el que el Estado va extendiendo su zona de influencia y poder a todos los rincones del cuerpo social. Ya no ejerce sólo el poder en el sentido de mando (en le sentido primordial de detentar el monopolio de la violencia, según la idea de Weber), sino que pretende implantar un modelo social según unas pautas ideológicas y morales. Es el momento en el que comienzan a desarrollarse las grandes ideologías que van a perdurar hasta hoy: liberalismo, comunismo, anarquismo, fascismo, nazismo. La sociedad  ya no es un organismo que vive espontáneamente, sujeto a un poder cuya legitimidad no se discute, sino campo donde experimentar cambios en el sentido de un modelo ideal. Es en este contexto donde hay que entender el surgimiento de la doctrina social de la Iglesia (DSI). Ya no basta a la Iglesia con la predicación de una moral y sus valores, que son los de siempre. Debe descender al debate social y hacer propuestas ante un mundo que sufre cambios vertiginosos y que se enfrenta (comunismo, nazismo)  a unas ideologías de un poder destructivo desconocido hasta entonces. La DSI surge, pues, como reacción necesaria y como  y con pretensión de estar, dicho con expresión orteguiana, “a la altura de los tiempo”. Su primer gran documento, la “Rerum Novarum” (1891)  aparece pocas décadas después de “El Manifiesto Comunista”· (1848) y pertenecen a un mismo contexto de cambios radicales e incertidumbres en el terreno social.
Resumir un corpus teórico de tanta complejidad en pocas frases es imposible. En muy gruesos trazos puede decirse que la DSI postula un modelo social en el que las instituciones “naturales” o pre-estatales (familia, gremio, asociación, en una palabra lo que hoy llamamos sociedad civil) y la propiedad privada como base de la creación de riqueza  y de garantía de seguridad jurídica. Por otro lado, se impulsa un profundo sentido social de la justicia que emana del imperativo evangélico del amor: defensa de los débiles, redistribución de la riqueza en un sentido de justicia. Este modelo se aleja,  por un lado, de las concepciones totalitarias del Estado (porque hay realidades  pre-estatales de “derecho natural” que deben ser respetadas) y, por otro, del “laissez faire”, donde el Estado se convierte en el convidado de piedra que contempla, impasible, el drama de las luchas sociales. Esto, es: se inventa  una vacuna que prevea y cure las grandes  y reales amenazas ideológicas, en uno y otro sentido.
Esto significaba, por otro lado, una implicación directa y comprometida de la Iglesia en los asuntos sociales (desde la enseñanza hasta la política, desde el periodismo hasta la economía) y un intento de convertir a la masa social del catolicismo en elemento de progreso y justicia social. Si bien se mira, ¿qué otra cosa ha sido la labor de Herrera? Con un agravante: si estas ideas se gestaron en tiempos convulsos, en el caso de España las convulsiones fueron especialmente virulentas. Herrera vivió la última etapa de una monarquía agotada, la República, con su enorme carga de agresividad a la Iglesia, la guerra civil y la larga etapa del franquismo. Contemplada en su conjunto, entre tan distintos y contrarios momentos históricos, la labor de Herrera dibuja una órbita de claro trazo -milagrosamente claro, en un tiempo de “ruido y furia”-. El centro geométrico de este círculo, el arco de la bóveda que da coherencia y solidez a este conjunto vital tan poliédrico es la DSI y el afán de que tomara forma viva en la sociedad española de su tiempo.
 

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