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Diario YA


 

¿Caminamos hacia la destrucción de nuestra democracia?

“No es el Destino quien nos abruma. Mortales somos y  mortal es el enemigo que nos acosa. Vidas y manos tenemos tantas cuantas él” Virgilio

Miguel Massanet Bosch.
Hemos llegado a un punto, en este país, en el que los ciudadanos tenemos serias dudas respecto a la inteligencia de los políticos, tanto de los que nos gobiernan y presumen de saber hacia dónde se dirigen, como respecto a los que constituyen la oposición y que siguen convencidos de que son capaces de acabar con nuestra nación, a poco que sigan poniendo empeño e interés en ello. Y, en medio de este desconcierto, de todos estos desafíos entre unos y otros, de este gran maremágnum que se está empezando a cebar sobre la política de esta nación; los ciudadanos, los que piensan que España ha entrado en un torbellino de discordias, de falta de entendimiento, de enfrentamientos y de reconcomios atávicos sin que haya nadie, ni a derecha ni a izquierda, capaz de frenar esta deriva que, o mucho nos equivocamos o lleva camino de hacer retroceder nuestra civilización, las conquistas logradas a través de siglos en los cuales miles de personas se han esforzado en trabajar para que la humanidad consiguiera un nivel aceptable de bienestar que, con toda seguridad, muchos de los que hoy reniegan de nuestra actual desarrollo o modus vivendi, nunca hubieran alcanzado si hubiesen nacido en alguno de estos países en los que, la demagogia y las ideas igualitarias de sus gobernantes, los han conducido a situaciones extremas en las que, el pueblo, se ha visto obligado a desenvolverse en el ámbito de la pobreza, la opresión, la falta de libertades y de democracia, un término que, no obstante, no dejan de utilizar sus dirigentes para justificar sus actitudes dictatoriales con las que pretenden acabar con ella.

Por desgracia, el porvenir que se nos presenta a los españoles a partir del día 21 de este mes de diciembre, de este día en el que, por mor de la falta de conocimiento adecuado del problema de Cataluña, de la idiosincrasia de los catalanes ( o una parte importante de ellos) o por la misma soberbia de nuestros actuales gobernantes, junto a su falta de decisión, valentía y visión de futuro; estamos abocados, si Dios no lo remedia, a entrar en un periodo en el que, España, va a correr el riesgo de que, una parte de ella, si es que antes los separatistas no se hayan lanzado a renovar sus peticiones de independencia y su desacato a todas las leyes españolas, incluida la Constitución; vaya a estar gobernada por las mafias del comunismo extremo que, por los errores de los partidos democráticos o que se declaran como tales; que han estado al frente de la política española durante años, hayan conseguido implantarse con fuerza en algunos sectores de nuestra sociedad y, por cierto, con una virulencia especial en algunas regiones, las más revoltosas y rebeldes de nuestro país, en las que han conseguido echar raíces y entrar en las instituciones locales aspirando, con posibilidades de éxito, a entrar dentro del grupo de partidos de izquierdas y separatistas que, con toda probabilidad, van a estar en condiciones de hacerse con la comunidad catalana a poco que sepan entenderse entre ellos.

No vemos, como ha pretendido hacernos creer don Mariano Rajoy, el motivo de esta premura en convocar elecciones antes de haber utilizado el Artº 155 de la Constitución, con todas sus posibilidades y no con la contención y mojigatería con las que se ha aplicado, sino con toda la amplitud que la ambigüedad del texto constitucional permitía. Evitando tantas concesiones al independentismo, sin tantos miramientos hacia los responsables del desaguisado, olvidándose de las críticas y reparos que, en contra de su utilización, ciertos sectores minoritarios e interesados en crear malestar en nuestra nación; se han permitido objetar. El golpe que se les habría podido propinar a los revoltosos de Cataluña hubiera acabado con toda esta plaga que intenta arrebatarnos una parte de la nación española para entregarla al comunismo separatista.

El argumento de que unas elecciones inmediatas, sin dilación alguna, impedirían a los defensores de la independencia sobreponerse a los primeros efectos de la intervención en la autonomía catalana, por parte del Gobierno español; ha quedado desacreditado desde el momento en que se ha permitido a una parte de los insurrectos huir de España para refugiarse en un país, como es Bélgica, en el que las simpatías por España son nulas y donde, como se está comprobando, los procedimientos de extradición condicionan de una forma clara la posibilidad de juzgar a los fugados por todos los delitos de los que han sido acusados por la Justicia española. Todo ello, unido a las facilidades de las que dispone el señor Puigdemont para desarrollar sus planes de intoxicación en contra del Gobierno español y de la Justicia a los que, impunemente, se dedica a descalificar e insultar desde la ventaja que le proporciona el retiro dorado en el que se ha instalado. Se ha probado que, las órdenes europeas de detención, tienen carencias, no tienen la efectividad ni la rapidez que seguramente se les quiso dar cuando se instauraron y, los 32 delitos que sirven para justificar su concesión se ha demostrado que son insuficientes ya que en las distintas legislaciones, están incluidos otros de suma gravedad, que no han sido incluidos en aquella lista.

Los que, de niños, fuimos testigos de la Guerra Civil del 1936, tenemos la impresión, por primera vez desde que concluyó, tanto durante el régimen del general Franco como después, con la instauración de la democracia en este país; de que nunca hemos estado, en España, tan cerca de un cambio tan radical y peligroso para nuestra democracia, como el que nos amenaza, en estos momentos, de lo que pueda surgir de los comicios del 21 de diciembre donde, contrariamente a lo que se intentaba por el gobierno de Rajoy, puede suceder que, los mismos responsables de los sucesos que han dado lugar a la puesta en funcionamiento del Artº155 de nuestra Constitución, tengan la oportunidad de volver a sus puestos en las instituciones catalanas sin que, por otra parte, dadas las disputas existentes entre el resto de partidos que se dicen defensores de la Constitución, exista el grado de compenetración, de consenso y de renuncia a sus intereses partidistas, para que tengamos la certeza de que, de los nuevos gobernantes de Cataluña, no puedan surgir nuevos desafíos independentistas que den al traste con los logros económicos y sociales conseguidos, con nuestra unión con Europa y con nuestros modos democráticos.

Es evidente, y así nos lo confirman los recientes sucesos que han tenido lugar en Bruselas con la celebración de la numerosa manifestación de separatistas catalanes por sus calles y las palabras de aliento de este payaso mediático que presume de presidente, aunque hace ya tiempo que dejó de serlo legalmente; que las próximas elecciones, al menos para una parte importante de los ciudadanos de Cataluña, van a tener un carácter plebiscitario, a diferencia de la forma en la han sido enfocadas por la legislación española como una más de las consultas autonómicas que se celebran para elegir a los administradores de la comunidad catalana. De lo que no hay duda es de que, fueren cuales fueren los resultados de estos comicios, va a ser inevitable que se pongan en duda los resultados, especialmente si se da el caso de que los que salieran vencedores fueren los partidos que apoyan la Constitución y la unidad del Estado español. Ya lo vienen anunciando los de ERC y los de la CUP, cuando dicen dudar de la respetabilidad y limpieza de las votaciones o cuando exigen la presencia de testigos extranjeros para evitar lo que ellos denominan “pucherazo”, algo que todos ellos deberían recordar, antes de referirse a ello, respecto a aquellas dos votaciones que fueron fundamentales para el destino de España: la de abril de 1931 ( proclamación de la segunda República, donde se dio por proclamada y faltaban los votos de las provincias para contar y los que, definitivamente les dieron la victoria a los monárquicos, aunque ya fue tarde para evitar que las izquierdas se adjudicasen la victoria) y las de febrero de 1936, las del llamado Frente Popular donde como, en la primera, se produjo el gran engaño de falsificación de los resultados y que, desgraciadamente, provocó meses más tarde ( en plena revolución en las calles, desgobierno de los republicanos de Azaña y compañía e incendios, asesinatos e inseguridad ciudadana, que acabaron provocando el levantamiento del 18 de julio de 1936)

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, estamos empezando a dudar de los efectos de la aplicación del 155, de las prisas por volver a una supuesta normalidad que está muy lejos de restablecerse, de la idea mantenida desde el Gobierno y Ciudadanos de que, los gobiernos que puedan surgir de las votaciones del día 21de este mes, estarán dispuestos a sujetarse  a la Constitución y al resto de leyes que están vigentes en España; cuando es evidente que, aquellos que tienen posibilidades de salir elegidos, aunque declararon para que les permitiesen abandonar las cárceles, que acataría  las leyes españolas; ya están diciendo que van a seguir manteniendo sus aspiraciones independentistas. Si ello sucediera, pocas esperanzas nos quedarían al resto de españoles de que la normalidad, la paz y la reconciliación que todos están pidiendo, llegaran a materializarse. Puede ser que, desgraciadamente, todo acabe siendo una siniestra y catastrófica jugada del destino.