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Diario YA


 

Sánchez pagará el precio del ignominioso veto al PP

“Destrozan, arruinan y hacen rapiña del imperio; y cuando llenan todo de soledad lo llaman paz” Tácito.

Miguel Massanet Bosch. Alguien quiso jugar a ser Dios, alguien cuya ambición le impidió ver más allá de su egoísmo y que pretendió que, para conseguir su fin, para llegar a lo más alto del techo del poder, todo le estaba permitido, incluso el olvidarse de que se había puesto el futuro de la patria, España, en sus manos, para que hiciera lo conveniente para llevarla indemne, a través de la tormenta económica y de las dificultades de quienes intentaban dividirla y convertirla –utilizando para ello las malas artes de la traición y la deslealtad – en una nación arruinada; hacia el buen puerto de la recuperación y la estabilidad para todos los españoles.

Pedro Sánchez, pretendió convertir una derrota electoral, una de las peores que ha sufrido el PSOE, en una victoria, utilizando el método de convertirse en y autoproclamarse el enviado por el destino para acabar con un “monstruo”, el señor Mariano Rajoy, un señor que, según quiso hacer creer ( y ciertamente lo ha conseguido en parte) quiso hacerle responsable de todo aquello que, precisamente, fue “mérito” del anterior presidente del gobierno, señor Rodríguez Zapatero; un verdadero depredador de la inteligencia, un enviado de Atenón (huésped del infierno dantesco, que purgaba el haber vendido Troya a sus enemigos) un verdadero castigo para el pueblo español, al que llevó a las puertas de la quiebra nacional, momento en el cual lanzó la toalla para que, el PP, tomara el relevo y tuviera que asumir sobre sus espaldas el intentar remediar, en sólo 4 años, tamaño desafuero.

Desde que perdió las elecciones, Sánchez no ha desaprovechado ocasión de insultar, agraviar, desacreditar, injuriar y mentir a mansalva respecto y sobre la maltratada la figura del líder del PP y presidente del Gobierno que, si es cierto que ha tenido errores durante su mandato, no se puede dejar de reconocer que, con su tesón y firmeza, ha ayudado a que España superara una etapa de la máxima dificultad, tal y como se presentaba, en noviembre del 2011, cuando los socialistas entregaron el poder. El gran error, el que ha puesto al líder del PSOE ante sus propias contradicciones, cada vez que ha dicho que estaba abierto a tratar con todos los partidos, negociar con ellos, invitarlos a formar parte de su gobierno que él ha calificado “del cambio”, sin que se sepa si este cambio se refiere a un gobierno de extrema izquierda con el apoyo de Podemos o un gobierno con Ciudadanos, con los que llegó a un acuerdo de 200 puntos, muchos de los cuales serían imposibles de cumplir sin la colaboración del PP, que tiene mayoría absoluta en el Senado.

A pesar de sus manifestaciones, tanto Sánchez como su partido, se han empeñado en dejar fuera de todas las conversaciones al PP aunque los dirigentes de éste se hayan ofrecido, numerosas veces, a hablar con ellos. Por muchas que sean las diferencias ideológicas que puedan existir entre el PSOE y el PP, es evidente que todavía son superiores entre este último partido y Podemos, por ejemplo, y ya no nos refiramos a los partidos separatistas catalanes con los que, en todo momento, el PSOE, se ha mostrado contrario a tratar ni a tomar acuerdos de investidura con ellos, por activa o por pasiva.

A nadie le puede pasar por alto el absurdo que representa (aunque existan precedentes como el ignominioso pacto de las izquierdas del Tinell, para dejar fuera del juego político al PP) que no se tenga en cuenta a la hora de negociar y buscar acuerdos, a un partido al que le han votado casi siete millones y medio de españoles y que fue el que más escaños consiguió en las pasadas elecciones. Han transcurrido más de 110 días desde las votaciones de diciembre del 2015 y, sin embargo, a pesar de que el Rey le encargó, por renuncia del señor Rajoy a ocuparse de ello, al líder del PSOE el intentar conseguir los apoyos precisos para ser investido; el señor Pedro Sánchez fue incapaz de conseguirlos, lo que quedó de manifiesto en las dos votaciones preceptivas en el Parlamento, en las que fue rechazada su propuesta. El Rey no quiso nombrar a otro aspirante y ha preferido que se vayan intentando acuerdos para evitar que se tengan que celebrar unas nuevas elecciones el 26 de Junio próximo.

Un desesperado Sánchez, apoyado por sus colegas del partido, ha intentado arrastrar a un pacto tripartito a Podemos y a Ciudadanos que le hubiera permitido formar gobierno. No ha sido así, porque las diferencias ideológicas y de programas de gobierno de ambas formaciones han resultado ser incompatibles, una condición que ha resultado inamovible ante la falta de flexibilidad de ambos bandos, que se han declarado incapaces de colaborar entre ellos. La situación actual del señor Sánchez, reconocida por su propio partido, es similar a aquel pintor al que le arrebatan la escalera y queda colgado de la brocha.

Parece que el PSOE, salvo rectificación de última hora ( cada vez queda menos tiempo para conseguir un consenso), ha dado por finalizadas la reuniones y Ciudadanos, a pesar de que conocen perfectamente la decisión del PSOE de no negociar con el PP, da la sensación de que va intentar, una vez más, llegar a un acuerdo, que ya había propuesto al principio de la negociación de la investidura, consistente en una coalición PP, PSOE y Ciudadanos; algo bastante razonable si se tiene en consideración que daría suficiente estabilidad a un nuevo gobierno, tranquilizaría a nuestro vecinos de la UE, aliviaría a nuestros inversores y, evidentemente, sería una inyección de optimismo para nuestra economía, en unos momentos en que toda la industria española y los inversores permanecen en stand by a la espera de que se clarifique el futuro de España.

El verdadero obstáculo, no obstante, sigue siendo el enfrentamiento de carácter personal existente entre un obcecado Sánchez, que ha conseguido crear una psicosis en todos su votantes en contra de Rajoy y el mismo presidente en funciones del gobierno, que no parece que esté dispuesto a dar un paso atrás si, para conseguir un acuerdo tripartito, fuere preciso; algo que, por supuesto, estimamos que debería hacer también el señor Sánchez, en bien de todos los españoles y de España. Por otra parte, no vemos que los tímidos movimientos que se han registrado en cada uno de los dos partidos enfrentados, sea lo suficientemente consistente, reúna a una representación bastante representativa y disponga del tiempo preciso para convencer, a ambos líderes, de la conveniencia de dejar su puesto para ser sustituidos por otros a los que la negociación les resultara más fácil, al no haber estado sometidos a enfrentamientos personales que los hicieran incompatibles para pactar un acuerdo de investidura y, posiblemente, un gobierno de unidad, al menos por una legislatura.

Si no se produce el acercamiento al que nos hemos referido, parece inevitable que debamos someternos a una nueva consulta para ver, si la experiencia de estos tres meses en blanco transcurridos desde las última elecciones, hace meditar y reflexionar a todos aquellos que quizá votaron motivados por antipatía momentáneas, agravios imaginarios, falta de información o convencidos por los cantos de sirenas de estos partidos de extrema izquierda, que se presentaron como la salvación del país y que, como se va demostrando en las localidades donde gobiernan, lo único que vienen consiguiendo es crear problemas, cometer irresponsabilidades, incumplir las leyes y perjudicar a los comerciantes y a las empresas, que se ven sometidos a sus caprichos y veleidades idealistas que, en muchos casos, resultan contrarias a la legislación, como les ocurre a los separatistas catalanes que van contando sus nuevas leyes por fracasos cada vez que el TC las declara ilegales.

Algo que ocurre frecuentemente. O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos con alivio ( peor de lo que dieron los comicios del 20D pasado no podrá ocurrir) el que, como último recurso, se tuviera que recurrir a la repetición de elecciones en el mes de Junio, a la espera de que, en esta ocasión, el sentido común, el bien de los españoles y la convicción de que no existen políticas bolivarianas, como se ha demostrado en Venezuela, y lo avalan las propias estupideces, falacias y barbaridades del señor Maduro, que ayuden a mejorar el nivel de vida de los ciudadanos una nación como ella, que podría tener un nivel de vida muy bueno y que, por el sistema dictatorial que ahora pretenden imponer en España los señores de Podemos, se la ha condenado a vivir una situación de inseguridad, miseria y hambre. No, gracias, mejor nos quedamos en Europa.

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