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Metrópolis o el dualismo entre la élite y la esclavitud

Edu Morato/ Abogado / Presidente de pasionxespaña.es / Twitter: @edumorato92 Metrópolis es una película muda de ciencia ficción, estrenada en 1927, por Fritz Lang, maestro del expresionismo alemán. Situado en una distopía futurista dividida en dos clases —los pensadores y los trabajadores— Metrópolis describe las luchas entre las dos entidades opuestas.
Películas como Metrópolis (o la trilogía de Mátrix), son obras de culto cinematográfico, pero también de una consistencia en su mensaje verdaderamente inquietante y actual.

Metrópolis es una película muda de ciencia ficción, estrenada en 1927, por Fritz Lang, maestro del expresionismo alemán. Situado en una distopía futurista dividida en dos clases —los pensadores y los trabajadores— Metrópolis describe las luchas entre las dos entidades opuestas.

En la misma concurren muchos aspectos de "ciencia ficción" de la trama que son inquietantemente cercanos a la realidad. Metrópolis describe una sociedad en la que el "Nuevo Orden Mundial" ha tomado el poder y seleccionado una élite viviendo en los lujos mientras que las masas trabajadoras son deshumanizadas y viven en un infierno altamente supervisado.

Pues bien, la actual situación de Europa y particularmente en España, ha hecho plenamente vigente parte de la trama de la película, como una realidad extrapolable a toda la historia de la humanidad, donde la oligarquía esclaviza al resto.

La película admite diversos prismas pudiendo se analizada desde una visión esotérica, religiosa e histórica y a la par, muy actual.

Y así, el creador y amo de Metrópolis, bien pudiéramos equipararlo a la UE, sobre la que se asienta una élite, que podemos identificar con la casta política / funcionarial / militar, que se nutre de los recursos generados por los trabajadores que sostienen a la misma y que hoy tienen su réplica en los sufridos nacionales de los estados que integran esa UE, que aceptan, sin fuerzas para rebelarse, su status quo.

Para que la élite domine a esa masa de esclavos, que aceptan de buen grado su condición, previamente han tenido que ser desposeidos de todos sus más sanos y preciado valores, secuestrándoles, así, el cerebro y el corazón, gracias a los medios de comunicación, haciéndoles mansos, resignados y cobardes.

De esta forma, los parasitados no piensan, por lo que no son conscientes de su esclavitud. Simplemente ejecutan sus rutinarias tareas en beneficio de la élite y de la perpetuación de su esclavitud.

Es obvio que para que los esclavos despierten, previamente han de reaccionar ante su ignominiosa situación, para después, si pueden librarse del veneno mediático que se les ha inoculado, pensar y escoger entre lo que ahora son y lo quieren ser, y si optan por ésto último, no queda otra que actuar.

Los causas y las justificaciones para actuar son muy diversas, si bien, en esencia, el veneno de la negación de la propia nación nos conduce a la negación de nosotros mismos (última fase y en donde ya estamos), con la consiguiente pérdida de identidad, de soberanía y de libertad, instalándonos en la ruina absoluta partiendo de la ya consumada destrucción de la familia, de la sociedad y de nuestra nación.

Armas como la inmigración masiva, la promoción de la endofobia o el culto al homosexualismo generan efectos tales como nuestra propia extinción a partir de un claro reemplazo poblacional a través de foráneos, que engrosarán las filas de esclavos siempre que puedan ser domesticados por la élite, a fin de reemplazar a los esclavos autóctonos, en un claro ejercicio de genocidio programado por la UE, con la complicidad de los abyectos gusanos que capitanean los regímenes asociados a esa suerte de logia que llaman Unión Europea (lo que tiene su punto sarcástico).

Malvivimos en una suerte de Metrópolis y nos han ocultado, perversa y cuidadosamente, una realidad y es la de que el poder está en la calle y no en las instituciones de un régimen ilegítimo, o en el mejor de los casos, deslegitimado (si alguna vez tuvo alguna legitimación), desleal, corrupto y traidor con sus esclavos.

En esa élite española, vasalla de la UE, recuérdenlo, están todos los partidos políticos “mayoritarios”, sin excepción, de este insoportable y opresivo régimen, y si bien han de tener a todos ellos por los enemigos de su libertad, tengan por tales, muy especialmente, a los que cultivan la división (secesionistas) y la “nueva política” (podemitas).

A buen entendedor, pocas palabras le bastan. Sin lucha no hay esperanza y sin ella, no hay victoria. Es el momento de reaccionar, pensar y actuar frente a la élite que vive gracias a nuestra esclavitud, mientras les seamos útiles, y hasta que llegue nuestro reemplazo. 

 

 

 

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