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Diario YA


 

Se puede ejercer la generosidad pero sin perder tus convicciones ni caer en la injusticia

Me gusta la Navidad... y la justicia

javier Garcia Isac. Solemos olvidar con facilidad su autentico significado, sustituyéndolo por compras, comilonas y tiempo de ocio. La Navidad es mucho más que todo eso. Conmemoramos el nacimiento de Cristo y todo lo que ello significa. Es tiempo de perdón; es tiempo de acercamiento; es tiempo de paz.

Lástima que algunos confundan la generosidad y el perdón con la debilidad. Que confundan la paz con la imposición y que, crean que perdonar es olvidar.

Admito profundamente a las personas generosas; a aquellas que dan más de lo que tienen; a aquellas que ayudan y aportan sin importar lo que reciben a cambio; aquellas que no preguntan, solo actúan de manera correcta.

En España tenemos gran facilidad para olvidar y eso que, siendo puristas, en ocasiones podría ser una virtud, cuando hablamos de un país, es un profundo defecto. El perdón es quizás el mayor acto de generosidad posible, pero el perdón no puede ni debe estar reñido con la justicia.

Cometemos un grave error cuando perdonamos y, causamos injusticia, causamos dolor. España tiene derecho a perdonar, pero tenemos derecho a cometer injusticias. España está liberando a criminales y asesinos. España homenajea a genocidas. España ensalza la injusticia. Eso no es perdonar, es traicionar. Tendemos con facilidad a confundir los términos. Los voceros profesionales, los contertulios de salón, colaboran activamente a tergiversar el lenguaje y los conceptos. Se puede ser profundamente anti comunista y ver injusto el bloqueo a Cuba, como así lo demostró España en los años 60 y mediados de los 70.

Se puede ejercer la generosidad pero sin perder tus convicciones ni caer en la injusticia. Pero esto, que sería fácilmente entendible, no sucede en España.

Gobierno, fiscales, jueces, algunos partidos políticos, agentes sociales…ni son justos ni sin generosos. Su motivación busca siempre una compensación, un interés, que en la mayoría de los casos, pasa por seguir manteniendo unos privilegios. Nada importa con tal de no perderlos. Vestir las decisiones de generosidad cuando en el fondo, se está siendo tremendamente injustos con otros, es faltar a la verdad.

Me produce nauseas, arcadas profundas, cuando en nombre de la paz se manipula y se engaña a una población ya de por sí muy dada a creerse con facilidad todo lo que se le cuenta. Damos como buenas decisiones; aceptamos cuestiones que perjudican gravemente a otros, pero nos convencemos de que es lo mejor porque así, nos lo han vendido otros o así queremos creerlo.

Es tiempo de paz, de justicia, de generosidad, pero es también tiempo de olvidar. Sí al perdón, sobre todo al divino, pero nunca al olvido. El que olvida con facilidad, no es de fiar.


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