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Diario YA


 

santoral de nuestros dias

Mártires, historia, política y ecumenismo

José María Manrique. En estas fechas se recuerdan varios santos de relativamente reciente proclamación, tal que San Maximiliano María Kolbe y Santa Teresa Benedicta de la Cruz. En ambos casos el nexo común es haber muerto bajo el régimen que gobernaba en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, es decir, a manos de los nazis, como dice la muletilla siempre utilizada. De ambos, además de lo anterior y generalmente, apenas sabemos que son «mártires de la caridad». Pero, ¿qué significa esa moderna categoría y qué virtudes heroicas tuvieron?

Mártir viene del latín martyr y del griego martyros, y significa testigo. Durante dos milenios, en el catolicismo, esta palabra se aplicó a los que daban testimonio de su fe a pesar de las torturas y muerte. Es decir, católicamente por `mártires´ siempre se ha denominado los que mueren por odio a la fe: mártir es la persona que sufre muerte violenta por dar testimonio de la fe o a causa de una práctica que se deriva de la fe. Entonces, ¿por qué esa nueva clasificación en la que la defensa de la fe queda aparentemente eludida?, ¿qué circunstancias han acompañado a esta novedad?

Empecemos por conocer sucintamente sus vidas San Maximiliano María (Raimundo) Kolbe Hijo de padre alemán y madre polaca, nació en 1894 en Rusia, en lo que años después sería Polonia. En 1910 se hizo franciscano y, como dice incluso wikipedia, entre 1915 y 1919, estando en Roma doctorándose en filosofía y teología “quedó fuertemente impresionado por las manifestaciones públicas masónicas, en las que se atacaba duramente a la Iglesia católica y al Papa, y según interpretó, se hacía apología satánica”. Fue un gran propagador de la devoción al Inmaculado Corazón de María (fundó «Los Caballeros de la Inmaculada») y un decidido luchador contra el modernismo y la Masonería. En 1927 fundó cerca de Varsovia un gran complejo editorial denominado la «Ciudad de la Inmaculada», donde editaba numerosos periódicos y revistas religiosas de grandísima tirada, llevando adelante un eficacísimo apostolado; cuando estuvo de misionero en Japón creó una institución semejante. Fue torturado y ejecutado en el campo de trabajo de Auschwitz el 14 de agosto de 1941 en represalia por una fuga y tras haberse propuesto para sustituir a un padre de familia que iba a ser represaliado.

De ideas muy claras sobre el Sionismo y la Masonería (su pensamiento puede verse en http://congregacionobispoaloishudal.blogspot.com.es/2010/08/la-masoneria...), en un artículo titulado `¡Pobrecillos!´, escribió muchas cosas que ahora son extremadamente `incorrectas´: «Una parte del pueblo hebreo reconoció en Él (Jesucristo) al Mesías; los otros, sobre todo los fariseos soberbios, no quisieron reconocerlo, persiguieron a sus seguidores y dieron curso a un gran número de leyes que obligaban a los hebreos a perseguir a los cristianos. Estas leyes, junto a narraciones y a apéndices, formaron, hacia el año 500, un libro sagrado, el Talmud. En este libro, los cristianos son llamados: idólatras, peores que los turcos, homicidas, libertinos impuros, estiércol, animales de forma humana, peores que los animales, hijos del diablo, etc. Los sacerdotes son llamados adivinos y cabezas peladas (...) a la Iglesia se la llama casa de estulticia y suciedad. Las imágenes sagradas, las medallas, los rosarios, son llamados ídolos … En este libro se enseña, entre otras cosas, que a un hebreo le está permitido engañar y robar a un cristiano … Esta obra, que recoge doce volúmenes y que respira odio contra Cristo y los cristianos, es considerada por estos fariseos un libro sagrado, más importante que la Sagrada Escritura».

Cuando en 1926 se celebró en Bucarest el Congreso Internacional Masónico, el Padre Kolbe, escribió otro artículo en el que decía: «(los masones) creen que son ellos quienes han de gobernar: escuchemos, entonces lo que escriben los “Protocolos de los Sabios de Sión” (texto al que llamaba: “el verdadero libro fundamental de la Masonería”): (…) ¿Con qué objeto hemos ideado e impuesto a los masones toda esta política, sin darles a ellos la posibilidad de examinar el contenido? Esto ha servido de fundamento para nuestra organización masónica secreta (...) cuya existencia ni siquiera sospechan estas bestias engatusadas por nosotros en las logias masónicas (…) Y a vosotros, pequeño escuadrón de hebreos, “Sabios de Sión”, que habéis provocado ya conscientemente tantas desgracias y todavía seguís preparando otras, a vosotros me dirijo con la pregunta: ¿qué ventaja obtenéis? (...) Gran cúmulo de oro, placeres, diversiones, poder: nada de todo esto vuelve feliz al hombre. Y si aun esto diera la felicidad, ¿cuánto podría durar? tal vez una decena de años, quizás veinte (...) Y vosotros, jefes hebreos, que os habéis dejado seducir por Satanás, el enemigo de la humanidad, ¿no sería mejor si también vosotros os volviereis sinceramente a Dios?».

También nos dejó una ¿actualísima? profecía: «Un día la bandera de la Inmaculada Virgen María ondeará sobre el Kremlin, pero antes, la bandera roja flotará sobre el Vaticano», sin duda en alusión a los mensajes de Fátima: Rusia se convertirá, pero no sin que antes el comunismo (sus errores, y el ateísmo) lleguen hasta el mismísimo Vaticano, la sede del Papa. La canonización del P. Kolbe Según Kenneth L. Woodward (La Fabricación de los Santos; www.opuslibros.org/libros/Fabricacion_santos/indice.htm): «Cuando la congregación (Congregación para la Causa de los Santos) aceptó la causa, Kolbe tenía en su haber dos milagros de curación (pero solo los dos requeridos para la beatificación, no los dos necesarios para la canonización: El polaco Padre Kolbe será canonizado sin haber hecho milagros; http://elpais.com/diario/1982/03/03/sociedad/383958010_850215.html). Aunque el proceso de Kolbe se basaba en sus virtudes heroicas, había quienes insistían en que debía ser declarado mártir. La mayoría de los jueces concluyó que las pruebas no avalaban un decreto de martirio, y el papa Pablo VI se adhirió a este criterio. No obstante, (…) Tras la beatificación de Kolbe en 1971, Pablo VI recibió en el Vaticano a una delegación de polacos, entre los que se encontraba el arzobispo Karol Wojtyla (Auschwitz estaba dentro de su jurisdicción como arzobispo de Cracovia).

En el discurso que les dirigió el Papa, permitió que Kolbe pudiese ser considerado como un “mártir de la caridad”. Por muy justo que fuera, el término “mártir de la caridad” no poseía ningún significado teológico ni canónico. En rigor, Kolbe no podía ser venerado, por tanto, como mártir (…) El papa pasó por encima de la Congregación y nombró a dos jueces para que revisaran las pruebas y los argumentos: uno, desde el punto de vista filosófico; otro, desde el histórico (…) El padre Gumpel fue el juez histórico refirió lo sucedido: -La cuestión era si Kolbe había muerto como mártir de la fe. Yo personalmente nunca dije que no era mártir; lo que sí dije es que no tenemos ninguna prueba absolutamente segura de que fue un mártir en el sentido clásico, y en tales casos, hay que estar absolutamente seguros (…) a Kolbe no lo detuvieron por sus creencias religiosas (…) Además -agregó-, Kolbe se arriesgó. Salió de la fila y se acercó al comandante (…) El argumento de Gumpel convenció (…) la inmensa mayoría de los miembros de la comisión decidió por voto que el gesto indudablemente heroico de Kolbe no satisfacía los criterios necesarios para un mártir de la fe. Pero este juicio era meramente consultativo.

El 9 de noviembre de 1982, Juan Pablo II proclamó (…): “Y, así, en virtud de mi autoridad apostólica, he decretado que Maximilian Maria Kolbe, que desde su beatificación ha sido venerado como `confesor´, sea venerado también como mártir de ahora en adelante” (…) Algunos de los hacedores de santos afirman que, al usar el texto palabras del Evangelio de Juan (“No hay amor mayor que éste, que un hombre dé su vida por los amigos”) en una solemne declaración de canonización, Juan Pablo II sancionó el concepto de mártir de la caridad como una nueva categoría de santo; y, con ello, la posibilidad de conceder el título de mártir a un grupo más amplio de candidatos. De 1982 a 1987 fueron, por tanto, años decisivos para la creación de mártires; años en los que la congregación comenzó a ocuparse de las primeras causas de martirio de la era nazi, y al resolverlas, sentó precedentes importantes. En adelante, los relatores y los postuladores no tendrían ya que demostrar que los nazis estaban ideológicamente opuestos a la fe católica; se daba por sentado. En consecuencia, las causas de víctimas de los nazis que habían empezado como procesos basados en virtudes heroicas podían transformarse, si los promotores así lo deseaban, en procesos de martirio. Y, con cada nuevo mártir, la Iglesia añadía nuevas pruebas de que también los católicos, y no sólo los judíos, fueron perseguidos por los nazis».

El caso de Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein) En este contexto, el 11 de octubre de 1998 la carmelita judeo-alemana Edith Stein fue canonizada como mártir en 1998 por el Papa Juan Pablo II, quien le dio el título de «mártir de amor» y, al año siguiente, la proclamó co-Patrona de Europa. De ella dice la página web vaticana relativa a la vida de los santos: «el 9 de agosto (de 1941) Sor Teresa Benedicta de la Cruz, junto con su hermana Rosa y muchos otros de su pueblo, murió en las cámaras de gas de Auschwitz». Juan Pablo II añadió en la homilía que pronunció en la canonización: «A partir de ahora, al celebrar la memoria de este nuevo santo de año en año, también hay que recordar la Shoá, el cruel plan para exterminar a un pueblo, un plan del que millones de nuestros hermanos y hermanas judíos fueron víctimas»; recordemos que Shoá es una denominación alternativa a Holocausto, siendo menos agresiva que este término, el cual implica que el sacrificio del pueblo de Israel (en lugar del de el Mesías cristiano, el anunciado por la profecía de Isaías; ver A. Buela: http://bitacorapi.blogia.com/2009/021901-sentido-teologico-del-holocaust...). Por no hacer más largo y engorroso este trabajo, solo diremos que en su canonización hay brumas que, aparentemente, están por despejar públicamente.

Solamente reproduciremos las preguntas del anglo-francés Robert Faurisson al Papa (http://robertfaurisson.blogspot.com.es/1998/11/six-questions-jean-paul-i...): 1ª. ¿Qué pruebas tiene que puedan establecer la muerte de Edith Stein en una cámara de gas para ejecuciones en Auschwitz el 9 de agosto de 1942? (recordemos que ni Pío XII, ni Juan XXIII, ni Churchill, ni Eisenhower, ni Degaulle, al menos hasta 1960, hablaron nunca de cámaras de gas en sus memorias, como tampoco lo hizo la Cruz Roja Internacional). 2ª. ¿Qué evidencia tiene de la existencia de un plan del Gobierno Alemán para la eliminación física de los judíos 3ª ¿Ha ordenado una investigación, en particular en relación con el Servicio Internacional de Búsquedas (International Tracing Service) en Arolsen-Waldeck, para determinar si, por ejemplo, Edith y Rosa no murieron en otra parte que en Auschwitz o que hayan sido víctimas del tifus que, sobre todo en 1942, asoló el campo hasta el punto de causar cientos de muertos por día, no librándose ni los guardias alemanes ni los médicos? 4ª. ¿Alguno de los miembros de la familia Stein, que fueron internados por los alemanes, sobrevivieron a la guerra, y, si fuera el caso, alguno de ellos o sus familiares estuvo presente en la ceremonia de canonización en el Vaticano el 11 de octubre de 1998? (…) 6ª. ¿Por qué hay tales discrepancias graves entre las diferentes traducciones de la homilía que pronunció aquel día?

El propio Robert Faurisson, quien hizo públicas y envió por diversos medios sus preguntas, atestigua que no fue respondido. En resumen, desde el Concilio Vaticano II, y a la vista de lo anterior, se puede decir que han variado drásticamente los procesos de canonización, creándose un relativo desconcierto en la terminología con relación a lo secularmente admitido e introduciendo factores que pueden inducir a pensar en posturas fuertemente influidas por el ecumenismo (aproximación a los sionistas), la permeabilidad política y la aceleración de los procesos. Y, en doloroso contraste, para los martirizados en nuestros días en Oriente Medio, Península Arábiga, Subcontinente Indio y África, fundamentalmente por islamistas pero con el silencioso apoyo de señeros países de “Occidente”, para estos auténticos mártires de la fe no hay ni prisas, ni atajos, ni publicidad.

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