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Diario YA


 

En ocasiones, la condición humana me produce repugnancia

La vileza y bajeza de algunos individuos nos debe hacer reflexionar

Javier Garcia Isac. Sujetas como Ada Colau y sus amigos perroflautas son objeto del mayor de mis desprecios. De nuevo queda en evidencia las contradicciones de la izquierda. Por un lado, abogando por la desaparición de fronteras y el multiculturalismo, la mezcla de razas, la desaparición de identidades nacionales y demás chorradas que solo tienen cabida en mentes infantiles y pelín limitadas. Por otro, haciendo política vergonzosa y vergonzante con la enfermedad del Ébola, intentando sacar rendimiento político a esta tragedia.
No estoy aquí para solicitar la dimisión de la ministra de Sanidad. No sé hasta qué punto ella es responsable de este contagio. Lo que tengo claro, es que en España tenemos 17 sistemas sanitarios responsables últimos de los que sucede en sus respectivas Comunidades Autónomas, y esto es una de las consecuencias de nuestro sistema autonómico con el que tan a gusto se encuentra la izquierda y, cómoda la derecha o centro reformista.
La izquierda no deseaba que se atendiera en España a los sacerdotes fallecidos. Hombres valientes y abnegados que mientras todos huyen, ellos sacrifican sus vidas por los demás aun a riesgo de perderlas como así ha sido. Esta misma izquierda es la que desea que en España entre todo tipo de inmigración sin ningún tipo de control.
Nos preocupa una España infectada pero no lo que nos trae la inmigración masiva y descontrolada, que eso si que es una pandemia.
El contagio de esta enfermera es un caso de autentica mala suerte. No sé si se cumplieron o no los protocolos. Posiblemente no, pero el que el Ébola llegara a España, era solo cuestión de tiempo (y no por esta enfermera, la cual, se merece el mayor de nuestros reconocimientos), sino por todo lo que nos llega de África de manera descontrolada.
Hasta la Unión Europea nos pide explicaciones por este contagio, cuando ni siquiera, tienen una política migratoria común.
Pero las contradicciones de la izquierda son todavía mas profundas. Claman por la vida del perro, Excalibur. Para serles sincero, yo también, pero por otro lado, son fervientes partidarios del aborto. No hay quien les entienda. Tanto para una cosa y tan poco para otras.
La suficiencia con la que nos hablan, la pomposidad que poseen en sus labios, la pose impostada y la falsa voz de preocupación, solo buscan réditos políticos entre la tragedia.
Culpabilizar a la ministra, a la enfermera, a los sacerdotes fallecidos, al maestro armero, o al mismísimo Franco, es muy propio de la izquierda.
Ellos jamás se responsabilizan de nada. Siempre la culpa la tiene otro, generalmente un tercero, que suele ser muy torpe en su defensa.
Nos hablan de solidaridad, pero con el que no conocen, con el de fuera, nunca con el cercano, con el propio o con el vecino.
Las Ada Colau, los perroflautas, los responsables de ONGs de dudosa credibilidad, los agitadores profesionales y los voceros de salón, forman parte de una legión de impresentables, de un ejército de ruines cobardes y mierdas que no merecen ni una sola coma, ni una sola palabra de mi tiempo

 

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