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Diario YA


 

Un claro ejemplo de los gustos teatrales del siglo XIX

"La tempestad”, vuelve al Teatro de la Zarzuela tras 90 años de ausencia

Luis de Haro Serrano

La tempestad de Ruperto Chapí sale del limbo del olvido, donde tan injustamente ha permanecido durante 90 años, para volver al Teatro Nacional de la Zarzuela, escenario que con tanto éxito la vio nacer el 11 de marzo de 1882, gracias al esfuerzo  realizado por numerosos profesionales ligados a la Institución. Un esfuerzo que los aficionado, seguro, sabrán  agradecer como se merece.

"La Tempestad" tiene una dificultad añadida, según explica Daniel Bianco, se debe a que este melodrama fantástico en tres actos, como lo calificaron sus autores, precisa de la presencia de numerosos intérpretes de primerísima categoría para que con el formato que sea -en versión de concierto o escenificada- tome cuerpo con un mínimo de garantía. Esta circunstancia, en esta ocasión, se ha podido vencer y conseguir que, por fin, suba de nuevo al escenario de la Zarzuela, que ha podido reunir a nombres como Guillermo García Calvo, como responsable de la dirección musical, al director del coro titular Antonio Fauró y las voces de Carlos Álvarez, José Bros, Mariola Cantarero, la mezzosoprano ucraniana Ketevan Kemoklidze, Alejandro López, Carlos Cosías y Juan Echánove, sin olvidar la gran labor realizada por Alberto Conejero en la revisión y planteamiento de su texto, realizado con tal maestría que casí no se ha echado de menos la escenificación.  

Se trata de una zarzuela grande, en tres actos, con libreto de Miguel Ramos Carrión. Se le considera una zarzuela mucho más operística que las propias óperas del autor. Su estilo está directamente relacionado con las líneas verdiana y wagneriana, así como con los modelos de la escuela francesa, especialmente de autores como Giácomo Meyerbeer y Charles Gounod. Un claro ejemplo de la búsqueda de esos nuevos aires renovadores del genero grande que, en su momento, inició Francisco Asenjo Barbieri con su "Barberillo de Lavapiés". Junto con la bruja y el rey que rabió, está considerada como la trilogía de obras más importantes del género grande procedentes de finales del siglo XIX. Su libreto es un ejemplo de los gustos teatrales de dicha época, donde destaca el ambiente histórico mezclado con elementos fantásticos y sobrenaturales de corte romántico. Ramos Carrión ha dado cuerpo a una obra en la que la trama está muy bien desarrollada gracias a la presencia de unos personajes sólidos, arropados con unas situaciones musicales muy bien planteadas, que dan pie a descubrir y valorar en su justa medida el gran talento lírico de Chapí  -autor también de otro título de tanto éxito como "La Revoltosa", creando una partitura donde la música está puesta completamente al servicio de la trama, sin perder un ápice de su destacada personalidad, gracias a unos pasajes de auténtica inspiración poética y lírica, relacionados con otros de gran dramatismo. Se la puede considerar muy cercana al modelo de ópera cómica que trataba de importarse desde Francia, puesto que predomina más la parte musical que la hablada. Su trama traslada al espectador a un diminuto pueblo de la costa bretana donde se encuentra una vieja posada regentada por Simón, un viejo avaro que le tiene auténtico pavor a las tempestades y donde se produce una fuerte tormenta que hace naufragar a un barco. Entre sus variados números destacan el monólogo de Simón ¿Por qué, por qué temblar?, La Romanza de Beltrán  "Salve, costa de Bretaña", el dúo-barcarola de Ángela y Roberto "Cuando en las noches del estío" y el celebérrimo terceto del "collar de diamantes brasileños".

Con respecto a esta obra han circulado con profusión dos curiosas anécdotas:

·       El autor del libreto fue acusado de tomar la idea de un drama procedente de Eckmann-Chatrian titulado "El judío polaco", Ramos Carrión, en la segunda edición del libreto, aclaró que su obra era completamente original y que no existe ninguna semejanza con dicho tema, por lo que pidió a los lectores acusadores que leyeran detenidamente ambos textos para poder comprobar que no había ningúna semejanza entre ambos textos.

·      Pese a su indudable éxito, la tempestad, sin saber nadie por qué, ha sido objeto de una fuerte superstición; en los corrillos de los ambientes teatrales siempre se ha comentado que, cada vez que se representa traía mala suerte al teatro.

En esta versión de la Zarzuela todo ha funcionado perfectamente; el planteamiento del texto realizado por Alberto Conejero, la fuerza descriptiva con que Juan Echánove (Mateo) ha hecho su narración y, sobre todo, las básicas intervenciones de los solistas que, sin excepción, todos a una, hombres y mujeres, han brillado siempre, pero de manera especial en los variados y difíciles concertantes que, al estilo mozartciano, tiene la partitura de Chapí. García Calvo y A. Furió han realizado una extraordinaria labor al frente de la orquesta y el coro titulares del Teatro, ofreciendo un planteamiento excelente lleno de vivacidad y atractivo, que ha dado lugar a que la Zarzuela pueda ofrecer una versión memorable de esta tan injustamente olvidada "Tempestad".

Ahora solo queda que el mal augurio que se le atribuye al teatro que la aborde, pase de largo y deje que, para bien de todos los aficionados, continúe normalmente el desarrollo de esta excelente temporada artística.