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Diario YA


 

“Pero el dinero es cobarde, despiadado y veloz” Moisés Naím

La fuga de capitales de Grecia puede contagiarse a España

Miguel Massanet Bosh. Las ya habituales y esperanzadoras noticias sobre los sucesivos descensos del desempleo en nuestro país, la última, la del mes de Febrero, fija en 13.538 la cifra de disminución del paro, al mismo tiempo que establecía en casi 97.000 las altas a la Seguridad Social; van confirmando la progresiva recuperación económica de nuestra nación lo que permitiría a los españoles abrigar la expectativa de que los tiempos de recortes y apuros económicos parece que han entrado en una fase en la que, sin todavía cantar victoria, si es cierto que las perspectivas de futuro parecen teñirse del verde de la esperanza.

Sin embargo, como nos recuerda el Bank of America-Merryil Linch en su informe sobre España: “El principal riesgo de España es Político y se llama Podemos”, añadiendo: “el sistema electoral, el voto oculto y otras posibles sorpresas políticas apuntan a un escenario político fragmentado en el que será difícil que un gobierno fuerte aplique las reformas estructurales que aún están pendientes”. En la alternancia de los gobiernos de izquierdas y de derechas, al menos por la experiencia que tenemos en España, suele suceder que las izquierdas acostumbran a destruir lo que la derecha ha construido, de modo que cuando ésta regresa al poder tiene que volver a recomponer lo que ha aquella, con sus políticas de subvenciones, de mejoras sociales insostenibles y despilfarro del gasto público, han destruido. En España somos especialistas en estas políticas cainitas de autodestruirnos cuando, como ocurre ahora, parece que el país se estabiliza, quizá debido a que hay movimientos ocultos, grupos de poder y sectas destructivas interesadas en provocar disturbios, algaradas, huelgas salvajes y atentados, con la aviesa intención de desplazar del poder a quienes han llevado al país a la perspectiva de una mejora de la vida ciudadana. Se puede decir que esta es la situación a la que parece que nos deberemos enfrentar si, de aquí a las próximas legislativas, no hemos sido capaces de deshacernos de quienes están comiendo el coco a los ciudadanos prometiéndoles, como ha ocurrido en Grecia, unas utopías inalcanzables.

Y es que cuando el señor Iglesias de Podemos nos habla de que serán los ricos los que van a pagar la factura ( léase cargas fiscales) para que los pobres puedan vivir mejor, se olvida de tomar en consideración algo que constituye el abc de cualquier persona que tenga riqueza: huir como de la peste de cualquier amenaza que pueda poner en riesgo sus fortunas y lo mismo se puede aplicar a las multinacionales ubicadas en un país cuando se perciba la amenaza de un cambio de régimen que pueda poner en peligro su seguridad jurídica, su rentabilidad y competitividad, con impuestos exagerados, salarios elevados o cargas sociales superiores a las que se aplican en las naciones de la competencia. Y nadie podrá decir que no tiene un ejemplo de esta teoría en lo que está sucediendo con el actual gobierno griego, actualmente en manos de los hermanos gemelos de las propuestas filocomunistas de Podemos, los señores de Syriza y su líder, el señor Tsipras.

En efecto, los primeros resultados de la llegada al poder de los bolivarianos de Syriza han dejado en evidencia, no sólo el incumplimiento de parte de las promesas que les hicieron a sus votantes de salirse del euro, dejar de pagar la deuda pública y desentenderse de los compromisos que adquirieron los gobiernos que los precedieron, cuando pidieron el rescate a la UE. Las bravatas que el señor Tsipras utilizaba para elevar la moral a sus seguidores, sus amenazas a Europa y sus promesas descabelladas han quedado en lo que eran, ¡mera palabrería y fanfarronada! En definitiva, el señor Varoufakis, ministro de Economía griego, no ha hecho más que ajustarse, con pequeñas variaciones, a lo que la UE a través de sus instituciones le ha impuesto y, sólo para cuatro meses, en los que deberán llevar a cabo los compromisos de reformas que han tenido que aceptar para recibir la ayuda pedida.

De hecho, lo que han conseguido estos señores que presumían de ser capaces de sacar a Grecia del abismo en el que está instalada, ha sido asustar a las personas que habían invertido en el país, puesto en alerta a la ciudadanía ante los posibles afectos adversos de un retorno al sistema comunista y asustar a las empresas europeas que tenían negocios o sucursales en territorio griego. Por ejemplo, de diciembre a enero los griegos retiraron de los bancos 17.000 millones de euros, un 10% de sus depósitos, por miedo a las consecuencias de la victoria electoral de Syriza. El nivel actual de los depósitos en los bancos griegos ha quedado en unos 148.000 millones el nivel más bajo desde el 2.002. Se anticipa que en febrero pueda producirse otra bajada de 10.000 millones.

Y uno se pregunta, ante semejantes noticias, ¿de dónde van a sacar los griegos el dinero que necesitan para el aumento del salario mínimo, el pago de la electricidad a todos los ciudadanos que no disponen de ella, las nacionalizaciones que tienen previstas etc.?  Si los ricos se han marchado de Grecia, los ciudadanos piensan que es mejor guardar los euros en sus casas y las empresas empiezan a reconsiderar las posibilidades de abandonar el país, ante las incertidumbres que plantea un gobierno que no garantiza las libertades, intervencionista y que amenaza con gravar con más impuestos a las empresas privadas. ¿Acaso los nuevos gobernantes piensan que podrán engañar, como hicieron sus antecesores, al BCE, el FMI y la Comisión Europea, que los van a controlar de cerca, para que les presten el dinero sin cumplir con las condiciones que se les han impuesto? El ministro de Economía alemán, señor Shaüble, ya le dejó bien claro al señor Varoufakis que no se pueden cambiar las reglas del juego y jugar con el dinero de los demás.

Lo que ocurre, señores, es que a la fuerza debemos fijarnos en estos gobernantes griegos porque, nos guste o no, son el calco idéntico de estos populistas que han invadido nuestra esfera política, con idénticas propuestas proletarias, con críticas al gobierno legítimo acusándolo de todo lo malo que ocurre en España (suponemos que se incluyen a ellos mismos) y prometiendo cambiarlo todo para crear un nuevo tipo de sociedad a su medida. Los métodos: los mismos que ha utilizado el señor Tsipras para conseguir el triunfo en Grecia y… los resultados: pues los que ya empiezan a conseguirse, que se pueden resumir en una bajada de pantalones ante la UE y la evidencia de que no van a conseguir refinanciarse si no se comprometen a acatar las condiciones y sacrificios que se les van a imponer desde Bruselas. Si, como parece que vuelve a prometer Tsipras a los suyos, ante la evidencia de que un 44% de sus seguidores están en contra de sus acuerdos con la CE; deciden no pedir el nuevo rescate  (de 50.000 millones de euros) y, seguramente, intentar sobrevivir al margen de las leyes comunitarias apoyados en Rusia o en China; mucho nos tememos que acaben siendo víctimas de sus propios errores.

Apenas nos quedan unos pocos meses para que tengamos que tomar la decisión sobre el destino de nuestro voto. Por una vez, los españoles deberían calibrar, por encima de sus ideas políticas, dejando aparte simpatías o antipatías, si  están decididos a que se produzca un cambio que nos conduzca a la situación o peor, que tenía España cuando los socialistas abandonaron el poder, ante la imposibilidad de sacarla adelante o, razonando con sensatez, apoyar a aquellos partidos que, con esfuerzo y sacrificios, han logrado superar la crisis y ahora nos ofrecen, sin milagros, una recuperación tranquila, lenta, pero con todas las posibilidades de alcanzar sus objetivos.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, pensamos que no tardaremos en ver en nuestro país, si sigue el auge de Podemos, como el dinero empieza a huir hacia otros lugares más seguros. También vale la misma reflexión para los separatistas catalanes.

 

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