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Diario YA


 

La educación y la democracia

Rafael Nieto, director de Sencillamente Radio en Radio Inter (918 am). Decía el poeta Ezra Pound que "gobernar es el arte de crear problemas con cuya solución mantiene a la población en vilo". Algo de eso debe ser habida cuenta de lo difícil que nos resulta recordar algún gobierno más o menos reciente que pudiéramos calificar como bueno, y aún más difícil encontrar una generación de ciudadanos lo suficientemente dignos como para merecer gobiernos mejores que lo que ha habido.

Casi siempre el nivel de los gobernantes en directamente proporcional al de los electores. Somos muy pocos los periodistas o escritores que nos atrevemos a criticar el actual sistema democrático liberal, que impera en España y en casi toda Europa, y que osamos incluso hacer observaciones críticas hacia los ciudadanos que sostienen y consienten, por acción u omisión, este sistema engañoso de libertades.

La ciudadanía se ha convertido en sagrada para los constructores de opinión pública; si antaño sólo Dios, o los dioses, eran intocables, hoy lo son los ciudadanos, constituidos en una masa de la que emana una especie de verdad absoluta, incuestionable, que presuntamente da legitimidad al sistema democrático. Sin embargo, algunos mantenemos, bien sabemos que en peligrosa minoría, que esa masa cada vez es menos ilustrada, y por tanto, menos respetable, y por tanto menos legitimadora de nada, y mucho menos de derechos y libertades que son eternos, es decir, que nos pertenecen a todos por el mero hecho de existir. Los ciudadanos son cada día menos ciudadanos en su sentido original, menos "células" de civilización, para mutar en elementos anárquicos de una sociedad esclavizadora en el relativismo, único mantra dominante e indiscutible.

Cada vez hay menos personas, entendiendo por persona el ser portador del hálito de Dios y que se sabe criatura divina, y más sujetos, individuos o simplemente elementos. Y el factor clave de esta evidente degeneración, lo venimos diciendo hace muchos años, es la educación. No perderemos el tiempo en reiterar la evidente culpabilidad de los poderes fácticos en ello, que resulta obvia. Sí vamos a señalar, en cambio, la culpabilidad de las propias víctimas de la vulgarización que hoy sufre la sociedad occidental. La pereza, la soberbia, la ausencia de capacidad autocrítica, la comodidad de entregarse siempre a lo fácil (la tecnología, lo audiovisual, el ocio barato...), han hecho que, en los tiempos de la híper-información, seamos más necios que nunca.

Es más, antaño la ignorancia era motivo de vergüenza propia; hoy, cuanto más ignorante se es, más osado en la exhibición de la propia ignorancia. Los libros son adornos de estantería, pisapapeles, recogedores de polvo, seres inertes prejubilados por el ebook. Nadie lee ni se interesa por nada que tenga un poco de sustancia. Enamora lo facilón, la superstición, la habladuría y el cotilleo; aburre y encabrona lo mollar, lo que puede aportar luz en la oscuridad reinante.

Así es la sociedad posmoderna de las miles de universidades públicas y privadas, cada una con su titulito y sus licenciados. Así son las personas que van a votar cada vez que los políticos nos abren las urnas para seguir mandando. Por eso, perdamos cualquier esperanza de regeneración política, económica o social, mientras no comience (y ya es tarde para que comience) una regeneración ética y moral para la que no hay atajos ni caminos fáciles y rápidos.

Sólo serán los votos válidos cuando vayan acompañados de una reflexión crítica previa que debe tener la conciencia propia como brújula principal. Sólo la democracia que se sustente en votos que partan de las manos de personas liberadas de las influencias nocivas de este sistema putrefacto, será una democracia real y legítima. Entretanto, lo que tendremos será un teatrito de vanidades y un muestreo de mediocres en el que algunos, con perdón, no tenemos la menor intención de participar.

Dijo Mark Twain: "Cada vez que se encuentre usted del lado de la mayoría, es tiempo de hacer una pausa y reflexionar." Reflexionen amigos, reflexionen.

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