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Diario YA


 

Además de huesos, quiebran todo lo que se les ponga por delante y les suene a Patria, religión, ley, orden, valores morales, tradiciones

La conspiración de los quebrantahuesos

Laureano Benítez Grande-Caballero Como a tantos españoles, fue Félix Rodríguez de la Fuente quien me hizo descubrir a los quebrantahuesos, ave rapaz de singulares características, ya que es una especie de buitre que se alimenta de los huesos de animales muertos, los cuales deja caer desde una gran altura para que se quiebren, y así poder extraerles el tuétano. Su nombre científico es «Gypaetus barbatus», que se puede traducir como «buitre barbado»; otro nombre por el que se conoce es «lammergeier», palabra que significa «buitre de las ovejas».

Es una especie amenazadísima en España, que cuenta solamente con algunos ejemplares muy monitorizados en la Cordillera Cantábrica y los Pirineos. Pero el peligro ya ha pasado, pues desde los mundos bolivarianos nos ha venido una invasión de quebrantahuesos, aunque lo normal es que de aquellas latitudes nos hubiera llegado la Legión Cóndor. O sea, que el Turrión tenía razón cuando arengaba a sus hordas con la consigna subversiva de «asaltar los cielos». Ahora ya sabemos cómo pretende conseguirlo: con su legión de quebrantahuesos. Que estos radicales son buitres es algo que no admite ninguna duda. Además, sus ejemplares masculinos suelen ser barbados, y ejercen admirablemente sus maniobras carroñeras entre las ovejas de su rebaño.

¿Qué huesos son los que quiebran?

Antaño, desenterraban cadáveres de religiosos y religiosas, para bailar con ellos danzas macabras, o componer con sus huesos verdaderos museos del horror. Como eso ya no se lleva, ahora husmean en fosas y cementerios desenterrando huesos de derechosos, para quebrantar las calles que llevan sus nombres. También sienten verdadera adicción a utilizar muertos para arañar votos tirándoselos a la derecha, ya sean los huesos de un niño muerto en las playas de Turquía, o los de una mujer anciana fallecida debido a la pobreza energética. La cal viva no deja huesos, pero no por eso dejan de mencionarla en sus arrebatos horteras en el Kongreso. Sin embargo, estos quebrantahuesos de plumaje, barba y coleta rojos no se conforman con carroñear huesos de cadáveres, ya que han dado un paso al frente, y entre sus filas cuentan con ejemplares aguerridos como Andrés Bódalo, que tiene el raro honor de haber sido el único podemita ingresado en prisión por agresión física.

Luego tenemos al Verstrynge, que considera que enfrentarse a la policía es un ejercicio de libertad de expresión. O al «Topi» murciano, quien junto con otros agredió salvajemente a una chica por llevar una pulsera con la bandera de España. Este tipo fue el que dijo en una canción aquello de «Salgo a la calle con hambre de violencia; es el Estado el que me enseñó esta ciencia». Bonito estribillo que podría servir para el himno de los quebrantahuesos. En el fondo, esto no es ninguna novedad, pues ser antisistema consiste en el fondo en ser «quebrantasistema». Se trata de romper, quebrantar, destruir, destrozar, enviando en picados incontenibles sus legiones de quebrantahuesos sobre las poblaciones acobardadas, que ignorantemente no quieren oír sobre sus cabezas el siniestro aleteo de estas aves carroñeras.

Además de huesos, quiebran todo lo que se les ponga por delante y les suene a Patria, religión, ley, orden, valores morales, tradiciones… unos rompen Constituciones, otros queman fotos del rey o banderas, los de acá defecan sobre la Hispanidad, los de allá quieren quebrar concordatos, ésos quieren romper hasta la baraja española, aquéllos quieren desguazar la Transición, algunos quieren desmontar las familias hablando de tribus, muchos desean desmochar a la juventud despenalizando el uso de las drogas y lavándoles el cerebro con identidades de género LGTBI… y todos, absolutamente todos, quieren quebrar España, como si fuera un hueso que pudieran triturar en sus vuelos rasantes para después sorberle el tuétano.

Pero tantos quebrantamientos, ejecutados con la mirada torva del niño que rompe juguetitos porque está malcriado y además le da la real gana, han producido en estos quebrantahuesos un efecto perverso, ya que ahora, ahítos de tanto rompimiento, se dedican a quebrantarse entre ellos, vueltos contra sí mismos en una apocalíptica ceremonia de autoquebramiento, por lo demás muy típica de la izquierda radikal. Con los errejones asaltando sin bescanso los primigenios cielos límpidos y estrellados de Pablenin, igual muy pronto el Turrión no tiene dónde dar con sus huesos.

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