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Diario YA


 

una pica en flandes

La cadena perpetua

Rafael Nieto. 2 de junio. Hay debates en la sociedad que no pueden acallar ni las modas de lo políticamente correcto ni la marea de medios de comunicación de inspiración giliprogre, tan del gusto de la gente. Uno de ellos es el que tiene que ver con la cadena perpetua.

Los casos de Mari Luz Cortés y de Marta del Castillo han despertado la conciencia dormida de miles de personas, y más de un millón han dado su firma para que se regule la cadena perpetua para ciertos casos de asesinato. Estos cientos de miles de voces no pueden asomarse a ciertas ventanas de la información que están cegadas por la dictadura silenciosa, y por ellas no pasa la luz de la verdad. Son voces con sordina, atenuadas por una corriente de hipocresía que siempre pone al criminal como objeto de deseo del Derecho positivo.

Lejos de pertenecer a la eterna confrontación izquierda-derecha, o socialismo-fascismo, este debate echa sus raíces en una lógica indubitable: hay cierto tipo de homicidas que no merecen la oportunidad de poder vivir de nuevo en sociedad. Un cristiano no debe tener dudas al respecto: en el cielo, será Dios, siempre justo y bondadoso, quien perdone los pecados más graves si lo estima oportuno; aquí, en la Tierra, no debemos permitir que quien se ha mostrado salvajemente atroz en la desconsideración de la vida humana pueda seguir compartiendo las calles por las que transitamos los demás.

Sin embargo, insisto, es la demagogia mediática asentada en el progresismo la que impone la única forma de pensar admisible por el sistema: la de la blandura con el asesino y la indolencia hacia la víctima.

Nunca, como ahora, ha existido semejante control de la opinión pública, y no directamente del Estado, sino de las células sociales afectas al régimen progre: la prensa de izquierdas, la cultureta de la ceja, los sindicatos de clase y esa parte de la juventud que ha sido atrapada en la espiral de mentiras de consenso. El resultado es una sociedad hemipléjica, casi inerte, en la que sólo algunos grupúsculos casi marginales (en número, no en dignidad) pueden movilizar a algunos cientos de miles de personas.

La cadena perpetua llegará, tarde o temprano. Porque ciertas cuestiones relativas al orden social son recurrentes, y hay verdades eternas, como que la libertad sólo es posible desde la seguridad de todos. Los asesinos deben estar entre rejas, no mezclados entre las personas. Tardaremos en verlo, quizá lo vean nuestros nietos, pero formará parte del paisaje legal de Occidente de aquí a no muchas décadas. 

 

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