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Diario YA


 

India

José Luis Orella. 28 de Octubre.

El cristianismo tiene una presencia en el subcontinente indio desde hace 2000 años, cuando Santo Tomás y San Bartolomé llegaron a la costa occidental. Desde entonces tuvieron dos grandes avances, cuando sirvieron de refugio a los cristianos nestorianos y después con la evangelización portuguesa a partir del siglo XVI. San Francisco Javier iniciará una conversión masiva de las poblaciones indígenas de la costa occidental, controlada por los lusos. Por esta razón, la Iglesia Católica tiene un intenso sabor portugués, y se encuentra muy unida también a España.
 
En la actualidad, los cristianos son el 2,5 % de los más de mil millones de personas de la India. Católicos son un 1,8 % representativo de 18 millones de fieles, de los cuales, casi 4 millones son de rito Siro-Malabar, y algo menos al medio millón, al Siro-Malankar, procedentes de la integración de los grupos cristianos nestorianos y de Santo Tomás. En la zona tradicional de evangelización de Kerala, los cristianos son un 25 % de la población, pero en estados, como el de Orissa, protagonista de las últimas persecuciones, son un 2,5 %. La Iglesia católica presenta unas cifras llenas de orgullo, representativa de una comunidad joven, activa y fiel a Roma.
 
Dispone de 11.437 sacerdotes diocesanos, 8.509 religiosos, y 82.348 religiosas. Los seminaristas son casi 8 mil. La compañía de Jesús, con una amplia historia en el lugar, desde la llegada de San Francisco Javier, dispone de 3 mil jesuitas de nacionalidad india, procedentes de Gujerat y Goa, en su mayor parte. Aunque el hinduismo y el Islam se presenten bastante impermeables a la labor de los ancianos misioneros y los jóvenes sacerdotes indios, la población tribal del Himalaya está proporcionando parte de las numerosas conversiones de adultos. El número de conversos llegó a ser de 50.000 al año, lo que provocó en algunos estados leyes contra la conversión.
 
La Iglesia gestiona  el 30 % del servicio social: 680 hospitales, 1.700 dispensarios, 246 leproserías, 326 centros de asistencia social, 339 casas para incapacitados, 1.389 orfanatos, 1.422 centros de formación para disminuidos y 2.836 centros de acogida para jóvenes trabajadores. También el 20 % de la educación primaria, con 10 mil escuelas primarias, 5 mil secundarias, trescientos colegios profesionales, un centenar de escuelas de magisterio y otro de institutos técnicos superiores. La intensa labor social no desmerece de la espiritual, gran parte de las parroquias tienen presente al Santísimo Sacramento, y la peregrinación a la Nuestra Señora de la salud de Vailankanny, reúne a más de 40 mil peregrinos. Toda esta labor se centra en los más desposeídos, los 165 millones de dalias (intocables) y los 60 millones de adivasis (indígenas).
 
Éstas fueron las poblaciones autóctonas, anteriores a las invasiones arias. Marginados a los bosques, vivieron de forma comunal e igualitaria, también hombres y mujeres. Algo que ayudó a asumir el cristianismo como algo propio. Sin embargo, estos parias de la tierra, por su analfabetismo son explotados en terribles condiciones por los propietarios hindúes. La labor de promoción educativa y social, llevada por la iglesia, como la entrega de un camello y un carro a los nómadas, supuso el fin de la esclavitud por deudas. Estas comunidades han empezado a disponer de clases medias y cuadros dirigentes, gracias a las instituciones educativas católicas. El fin de la explotación laboral de estas comunidades, que reivindican sus derechos y tierras, se inicio con los primeros dirigentes educados en las escuelas católicas.
 
Los sectores dominantes hinduístas que se beneficiaban del trabajo servil de aquellas personas, ayudaron al ascenso político de los fundamentalistas hindúes. El nacionalismo hindú, es una de las fuerzas principales de la India y se sustenta en grupos muy radicalizados, como el Vishawa Hindu Parishad, que propugna el hinduismo como única religión de Estado. Su líder, el guru Swami Lakshmananda Sarawasti, fue asesinado por la guerrilla maoísta el 23 de agosto de este año. Su asesinato fue la excusa perfecta para desencadenar, por parte de sus seguidores, y con la inhibición de las autoridades, una violencia que se ha cobrado más de 80 mártires y 50.000 desplazados. Los ataques de los guerreros azafranados se han orientado contra el personal religioso, incentivando incluso la violación de las religiosas. Entretanto, occidente mira a otro lado, y la nueva iglesia mártir ve como su dolor no tiene eco en los canales del primer mundo.

 

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