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Diario YA


 

Filtraciones y lealtad

Enrique De La Puente La información siempre ha sido muy importante en el proceso de toma de decisiones, sea cual sea el campo donde nos movamos. El entrenador de un equipo de fútbol envía observadores para saber cómo juega el contrario; el guerrero estudia los movimientos del enemigo para estar enterado de cómo agrupa sus fuerzas y cuáles son las posibles alternativas a las que va a enfrentarse; el directivo de una compañía procura conocer los planes de sus competidores para adelantarse o prepararse, tomando las decisiones que favorezcan la actividad de la empresa. Así podríamos seguir poniendo ejemplos de lo que hace el ser humano cuando tiene que tomar alguna decisión.

La adquisición de la información puede ser ética, mediante la recopilación, análisis y estudio de las noticias que se conocen de un determinado tema, o por medio de actividades que se mueven al filo de lo legal, como la escucha de conversaciones en reuniones, a veces celebradas con ese fin, o que claramente son ilegales como el espionaje. Antes era más complicado que ahora, todos hemos visto películas en las que el espía de turno sacaba una cámara minúscula con la que fotografiaba documentos secretos, que extraía de una caja fuerte; ahora todos llevamos un teléfono móvil con el que se pueden hacer fotografías, aunque tampoco es preciso, ya que los documentos secretos circulan por Internet, sin ni siquiera estar encriptados, por lo que es fácil llegar a ellos, cuando se tiene la preparación suficiente. También los medios y los métodos de espionaje han cambiado, una cámara, no ya fotográfica, si no de grabación, se puede colocar en un minúsculo alfiler de corbata y hay micrófonos direccionales que pueden escuchar conversaciones a muchos metros de distancia, sin tener que recurrir a sordomudos que lean los labios, aunque la mayor parte del espionaje se realiza en Internet, lo que se llama ciberespionaje.

Como contrapartida los responsables de la custodia de la información reservada deben tomar las precauciones necesarias para que no sea conocida por aquellos a quien no está destinada, o antes del momento previsto. Recuerdo que en mi vida profesional, cuando no había discos duros externos, yo desmontaba el disco duro de mi ordenador y me lo llevaba a casa. Cada profesional responsable tomaba las medidas que mejor creía iban a proteger lo que custodiaban. Así hemos gestionado hasta hace poco la información y en general el sistema funcionaba de forma adecuada, aunque en algunas ocasiones se filtraban datos y eran conocidos, como ya he dicho, por quien no debía o antes del momento en que se decidía transmitirlos. En esos casos era importante saber cómo había podido producirse la filtración y a quién había llegado; los medios que se utilizan para ello no son tema de este artículo, pero los hay y son eficaces, aunque parece que no son utilizados o no se hace con la eficacia necesaria. Ahora ha aparecido el fenómeno generalizado de las filtraciones masivas, utilizando para la difusión a los medios de comunicación. No parece saberse quién filtra la información que está manejando la Justicia, pero sí se sabe cuáles son los medios que las difunden.

Como no soy jurista no me atrevo a opinar sobre si debería privar el derecho a trabajar sin interferencias que amparara a los investigadores, el derecho a la intimidad de los investigados o el derecho a la libre expresión que defienden algunos periodistas, pero lo que sí tengo claro es que con las filtraciones, en la actualidad se están creando estados de opinión en los ciudadanos que se pronuncian y establecen juicios paralelos en muchos de los casos, que permanecen en los juzgados. En otros países son las fiscalías, casi siempre con más medios, las que investigan los presuntos delitos, en vez de los jueces, como pasa aquí. Tampoco tengo los suficientes conocimientos sobre leyes para pronunciarme, pero no por eso dejo de hacerme la pregunta de por qué, aquí, se funciona así, ya que de esa otra forma de actuar los procesos no se eternizarían como pasa a veces.

Otra cosa que me pregunto es por qué no se persiguen las filtraciones. Una cosa que sí tengo clara es que las contestaciones a la pregunta de a quién benefician o a quién perjudican las filtraciones, dan bastantes indicios de dónde habría que investigar. En el título de este artículo cito también la lealtad, concepto que lo mismo que el espionaje también ha cambiado bastante en los últimos tiempos. Antes se consideraba la lealtad como algo que engrandecía la calidad humana de quien la practicaba. Todavía me emociono cuando releo “Un castellano leal”, del Duque de Rivas, y hay otros muchos ejemplos en nuestra literatura y en nuestra historia para sentirse orgulloso con aquellos que han sido leales. Hay lealtad para con la Patria, del marido con su mujer y de la mujer con su marido, ahora quizá hubiera que decir de cada uno con su pareja, aunque en este tipo de unión no estoy muy seguro de que abunde, del creyente con su religión, y otros muchos otros casos. El epitafio de un antiguo caballero decía: “Aquí yace toda la lealtad de España”.

Aparte del orgullo que supone lo de asumir que fuera de él no quedaba lealtad, es evidente la importancia que se le daba a la lealtad, pero a la Lealtad con mayúscula, a la lealtad a lo que ha sido importante para la Humanidad, a los grandes conceptos o a los grandes ideales. En la actualidad el concepto de lealtad se ha ido degradando tanto, posiblemente por la importancia adquirida por el concepto al que se presta, ya que entre Patria y partido político o entre Dios y dinero hay más que distancia, hay una diferencia de valor, que el que no es leal a Dios o a la Patria, no llega a entender, seguramente porque no está capacitado para hacerlo. Y aquí volvemos a las filtraciones, por qué se producen tiene una respuesta clara, tienen lugar por falta de lealtad, la falta de lealtad debida a la deontología de cada función, la falta de lealtad al jefe, o la falta de lealtad a la institución para la que se trabaja ¿a alguien le puede quedar alguna duda?

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