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hermano Rafael y Francisco Coll

Estos son los dos nuevos españoles Santos

Redacción. Benedicto XVI proclamó cinco nuevos santos, entre ellos los españoles Francisco Coll y Guitart y Rafael Arnáiz Barón y el belga Padre Damián, el apóstol de los leprosos. Esos son los dos nuevos españoles Santos:

Francisco Coll y Guitart (1812-1875) fue un sacerdote de la Orden de los Frailes Predicadores (dominicos), misionero y fundador de la Congregación de las Dominicas de la Anunciación de la Beata Virgen María. Nació en Gombrén y falleció en Vic, ambas en la provincia de Gerona y fue beatificado por Juan Pablo II el 29 de abril de 1979.

Fray María Rafael Arnáiz Barón (1911-1938), religioso cisterciense, nació en Burgos y falleció en el monasterio de la Trapa de San Isidro de Dueñas (Palencia). Fue proclamado beato por el papa Juan Pablo II, "como modelo para todos los jóvenes del mundo", el 27 de septiembre de 1992.

Bautizado en la iglesia de Santa Gadea a los doce días de nacer, fue el primer hijo de los cuatro que tuvieron Rafael Arnáiz, ingeniero de Montes, y Mercedes Barón, cronista de sociedad y crítica musical en algunos periódicos y revistas. Rafael hizo su primera comunión en la iglesia de la Visitación del Monasterio de las Salesas, en Burgos, el 25 de octubre de 1919. Un año después entró en el colegio que los jesuitas tenían en dicha ciudad, en el que fue miembro de la Congregación de María Inmaculada y recibió premios por su aplicación en el estudio y buena conducta. Sin embargo, pasó casi todo su primer año allí enfermo, primero de unas fiebres coli-bacilares y, tras sanar de éstas, de una pleuresía que había tenido latente. Cuando se restableció completamente, su padre le llevó al Pilar de Zaragoza para dar gracias a la Virgen por su curación, y en octubre de 1921 reanudó los estudios.

Por traslado laboral del padre, la familia se instaló en 1923 en Oviedo, y Rafael ingresó como externo en el colegio San Ignacio de Loyola, también jesuita. En 1926 solicita recibir clases de dibujo y pintura, impartidas por el pintor Eugenio Tamayo, y con los cuadros creados colabora en las obras de caridad de su madre. Su casa acogía fiestas y reuniones de sociedad, con amigos y alumnos de las clases de piano de su madre, y Rafael mostraba siempre ante todos un buen carácter, elegante y cuidadoso pero no petulante.[1]

 Universidad y vocación  [editar]Terminado el Bachillerato, en 1929 decidió iniciar estudios de Arquitectura en Madrid, y en los momentos libres empezó a visitar a su tío materno Leopoldo, duque de Maqueda, y su esposa, en la finca de Pedrosillo, propiedad de éstos y situada muy cerca de Ávila. Estrecharon su relación y charlaron sobre la vida cristiana, reforzando la profunda formación cristiana recibida sobre todo de su madre.

Aprobadas las primeras asignaturas de la preparación para Arquitectura, Rafael hizo una excursión por Castilla, deteniéndose principalmente en Salamanca para admirar las obras arquitectónicas de la ciudad. Después, de vuelta en Ávila, pintó unas vidrieras para la capilla de sus tíos. Sufrió entonces unas fiebres palúdicas no muy graves, de las cuales se repuso en cuanto volvió a su hogar en Oviedo. Sus tíos le hablaron del Monasterio de San Isidro de Dueñas (también conocido como La Trapa), que ellos visitaban, y así, en octubre de 1930 Rafael se acercó a Dueñas a conocerlo, una visita que despertó en él la vocación monástica.[1]

 Vida monástica  [editar]Tras nuevas visitas y unos ejercicios espirituales en el monasterio, Rafael se decide a solicitar su ingreso en él:

Me cansan los hombres, aun los buenos. Nada me dicen. Suspiro todo el día por Cristo (...). El monasterio va a ser para mí dos cosas. Primero: un rincón del mundo donde sin trabas pueda alabar a Dios noche y día; y, segundo, un purgatorio en la tierra donde pueda purificarme, perfeccionarme y llegar a ser santo. Yo le entrego mi voluntad y mis buenos deseos. Que Él haga lo demás.
Tras finalizar el servicio militar, el joven Rafael Arnáiz ingresó en La Trapa el 15 de enero de 1934, adoptando el nombre de fray María Rafael. Pero a los cuatro meses el desarrollo de una grave diabetes le obliga a volver a Oviedo, muy a su pesar. Tras irse recuperando gracias a los cuidados familiares, consiguió reingresar, pero ya sólo en calidad de oblato, pues la enfermedad le impedía observar la regla trapense: necesitaba dos inyecciones diarias de insulina y seguir un régimen alimenticio estricto.

Aún tuvo que abandonar el monasterio dos veces más: entre septiembre y diciembre de 1936, al ser llamado a filas en Burgos por la Guerra Civil, hasta ser declarado inútil por su enfermedad; y entre febrero y diciembre de 1937, por empeorar de nuevo su salud, pasando esos meses en Villasandino con su familia, que había dejado temporalmente Oviedo.

En su cuarto y último regreso atisbaba ya el final de su vida, y el domingo de Resurrección, 17 de abril de 1938, Félix Alonso, el abad, le impuso simbólicamente el escapulario negro y la cogulla trapense, cumpliendo su deseo de poder morir con ella. Recibió una última visita de su padre el 21 de abril, todavía pensando proyectos, y un coma diabético acabó finalmente con su vida el 26 de abril de 1938.[1] Fue sepultado inicialmente en el cementerio del monasterio, pero el 13 de noviembre de 1972 sus restos fueron trasladados a la iglesia abacial del mismo.[3]
 

De Coll y Guitart resaltó Benedicto XVI su actividad evangelizadora itinerante, siguiendo la forma de "misiones populares" y su labor para dar una educación integral a niños y jóvenes.

En la Cataluña todavía sitiada por los ejércitos de Napoleón, con problemas de supervivencia para los campesinos, nace el décimo y último de los hijos de Pedro Coll y Magdalena Guitart. Su padre falleció cuando tenía cuatro años de edad. Creció en una familia profundamente cristiana "creció en cuerpo y espíritu, era vivaracho, juguetónle resultaba muy difícil estar quieto, obedecía con prontitud a su madre y hermanos, enseguida volvía a sus juegos y travesuras infantiles". [2] A los diez años de edad se separa de su madre y hermanos para bajar a las llanuras de Vic y empezar sus estudios en el seminario.

 

Su vocación dominicana se alimenta de contenidos que lo preparan para la misión, para el apostolado con un estilo de vida evangélica. Oración litúrgica y personal, estudio asiduo y sistemático, observancia regular y vida comunitaria son los elementos que durante los cinco años de formación conventual penetra en el joven dominico. Francisco destaca por su sencillez, tenacidad en el estudio y su madurez a pesar de su juventud. [3] . El 4 de abril de 1835 recibe en Barcelona el Diaconado en la Basílica de la Merced.

 Exclaustración  [editar]En julio de 1835 el jefe político de Gerona insta a los religiosos a abandonar su convento, ante la barbarie de los hechos de Barcelona y otras ciudades de España. Francisco Coll termina el año de teología en el seminario de Vic y es ordenado sacerdote el 28 de mayo de 1836 en Solsona por el Obispo Juan José de Tejada Sáenz, con la licencia de su prior provincial dominicano, y con título de pobreza como corresponde a un religioso de votos solemnes. A partir de este momento el Padre Francisco Coll se dedica intensamente a la labor de la predicación, la catequesis, la recristianización. Para realizar el ministerio de la predicación prefería el trabajo en equipo por ser el fruto más copioso. Colaboró en la "Hermandad apostólica" que puso en marcha San Antonio María Claret. Fue nombrado por la Santa Sede Misionero Apostólico. También predicó en colaboración con Padres jesuitas, dominicos, agustinos, sacerdotes diocesanos, En el equipo había también colaboradores seglares.

El Padre Francisco que ibe de un pueblo a otro sembrando generosamente la Palabra de Dios, en una vida de total entrega al Evangelio, de todos es admirado y estimado por su ardiente celo, su talante espiritual y su doctrina: "Dios nos dé muchos hombres apostólicos como el Padre Coll. y nos volverá la paz que tanto necesitamos".
 

De Arnáiz Baron subrayó que falleció a los 27 años, que nunca estuvo apegado a los bienes materiales y a otras metas que la vida del mundo propone a veces con gran insistencia y dijo que es un ejemplo para aquellos jóvenes "que no se conforman con poco, sino que aspiran a la lena verdad, a las indecible alegría que se alcanza por el amor a Dios".