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Diario YA


 

cuál es ahora mismo el estado real de la nación española

Estado de la Nación..., ¿de qué nación?

Rafael Nieto, director de Sencillamente Radio en la Inter. Siempre que se celebra en el Congreso de los Diputados un debate sobre el Estado de la Nación, cabe hacerse una pregunta: ¿De qué nación estamos hablando?, o para ser más exactos, cuál es ahora mismo el estado real de la nación española. Y aún a riesgo de que algún despistado, u optimista recalcitrante, piense que pecamos de pesimismo, el primer adjetivo que se nos ocurre para definir ese estado es el de comatoso.

Porque, es necesario insistir en esto, desde 1975 hasta hoy ha habido un ejercicio colectivo y deliberado, por parte de la actual clase política, de demolición continua de España, de su historia, de su tradición, de su grandeza, de sus valores y de su sano orgullo. Ha habido una operación, perfectamente orquestada por liberales y marxistas, para destruir lo que tantas décadas costó sembrar, la semilla pródiga de la decencia y de la dignidad, la génesis de una clase media honrada sobre la que construir una Patria que fue la envidia de medio mundo.

Hoy lo que tenemos es, a saber: un país donde hay tropecientos países a punto de ser reconocidos, un lugar donde se puede abortar tranquilamente, un sitio donde sólo los pobres y la clase trabajadora puede tener algún miedo de ir a la cárcel, donde sólo se firman contratos basura que no permiten a las familias tener una mínima dignidad, donde te pueden echar de tu casa para dársela a un banco previamente rescatado con tu propio dinero, donde los asesinos etarras están gobernando instituciones públicas y donde miles de ancianos tampoco han podido poner la caldera este invierno. Ese es el estado de la nación.

¿Y es que acaso antes estábamos mejor?, se preguntarán jovenzuelos, olvidadizos o partidarios de la Memoria Histórica. Pues mire usted, sí. Estábamos bastante mejor. Éramos la octava potencia económica del mundo, los bachilleres tenían un nivel educativo muy superior a los universitarios de hoy, la gente normal podía comprarse una casa propia con algo de esfuerzo, había un interesante equilibrio entre seguridad y libertad, y los delincuentes se lo pensaban dos veces antes de hacer algo malo porque sabían que había castigo. No por casualidad, ni porque antes fueran demasiado listos. Simplemente, porque se sabía con certeza lo que estaba bien y lo que no.

Y evidentemente, no se trata ahora de reivindicar regímenes autoritarios, que sólo caben ya en los libros de Historia. Se trata de saber que nos han robado lo que era nuestro; nuestra Fe, nuestra Justicia, y nuestra Patria. Nos han robado lo que las generaciones anteriores a la nuestra sudaron y sufrieron, al margen de las ideas que tuvieran. Nos han quitado la España ejemplar, católica y tradicional, y nos han dejado este emplasto incalificable, este engendro institucional con partidos políticos que se han comido el pastel y nos han dejado las migajas de las sobras.

Y ahora nos dice el CIS que Pedro Sánchez, esta lumbrera de la izquierda que además es alto y guapo, ganó el debate del Estado de la Nación de esta semana. Lo cree así el 21,7% de los que han opinado, contra el 21% que piensa que ganó Rajoy. Gana la perla de Ferraz por siete décimas. Pues muy bien. ¿Y para cuándo el pleno empleo en España?, ¿para cuándo el fin de la corrupción institucionalizada?, ¿para cuándo listas abiertas en las elecciones?, ¿para cuándo la prohibición de abortar, la ilegalización del separatismo, la cadena perpetua para terroristas, asesinos en serie y violadores? Ya les respondo yo: para nunca, queridos amigos. Para nunca.

Porque el problema no es bipartidismo sí o bipartidismo no, sino que el bipartidismo no lo es tal, porque son dos caras de la misma moneda. Porque se han repartido el chiringuito desde el minuto cero, y aparentan que se odian para poderse amar más y mejor, para repartirse el 90% del poder y dejar que el resto se pelee por el 10%. Y porque los que vienen con fuerza a destrozar el bipartidismo lo que realmente quieren, con todas sus fuerzas, es terminar de destrozar España. Por eso la regeneración no está en los partidos, sino en todos y cada uno de nosotros.

 

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