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Diario YA


 

En posesión de la verdad


José Escandell. 4 de octubre.

Hemos llegado al punto en que ya cuesta emplear la palabra «verdad» en sentido directo y pleno. Parece pretencioso eso de estar en posesión de la verdad y hay que excusarse en la buena sociedad si algún gesto puede ser interpretado como una afirmación terminante. Se tiene como evidente que nadie puede estar en posesión de la verdad y se considera orgulloso, insociable y agresivo a quien pretende lo contrario.

Esta actitud tan común puede resultar de una mezcla o interferencia de planos. Hay el hablar y dialogar entre los hombres, y hay también el ámbito de la íntima percepción de las cosas. En general es cortesía necesaria el manifestar de manera amable la verdad que cada cual conoce, sin aristas y con ánimo de concordia. Alguna rara vez, la justicia hace cobardía de la cortesía, y lo cortés no debe quitar lo valiente. Siempre, de todos modos, ha de aspirarse a crear un clima de reconocimiento y calma para que pueda haber comunicación, en el estado normal de las cosas.

Si esta actitud comunicativa se transporta en bloque a la mente individual, y se aplica a la economía de la lógica, el resultado es la incapacidad para la verdad. Es cierto que la indagación del auténtico ser de las cosas suele ser costoso y siempre acecha el error, motivos ambos por los cuales es preciso andar en el pensar con pies de plomo. Lo cual no sólo no contrasta, sino que concuerda por el contrario de maravilla con el logro y conquista de convicciones firmes al menos en algunos órdenes de la existencia. La verdad desaparece por completo cuando el ánimo dialogante, la conciencia de las dificultades o el temor al error se imponen sobre el deseo de saber y de servicio a la verdad.

El objetivo no es conseguir seguridades y certezas, ni mucho menos el alcanzar razones para enrocarse con terquedad. Porque la cuestión no es lo que cada uno piensa, sino cómo son realmente las cosas. En este punto el mundo se divide en dos. Los representacionistas andan preocupados por su propio pensar y cómo encontrar coherencia y rigor, siempre recelosos. Los realistas andan preocupados más bien por pensar en las cosas. A veces quedan deslumbrados por ellas y, siempre como servidores, no tienen más remedio que reconocer alguna vez que están en posesión de la verdad.

 

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