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Diario YA


 

Una Hora en Libertad

En el aniversario de mi padre

Javier Garcia Isac. Llevo días buscando una excusa para no hablar de política, aunque sea solo por unas horas. La excusa la encontré el pasado 18 de mayo. Espero que esto no decepcione a los oyentes o lectores habituales. El pasado miércoles 18 de mayo, se cumplían quince años del fallecimiento de Francisco Garcia Gómez.

Nos dejaba después de una breve enfermedad y tras sufrir complicaciones que su cuerpo fue incapaz de superar y que nos cogió a todos por sorpresa. Amaba profundamente la vida y aunque esta nunca le fue fácil, era casi imposible encontrarle desanimado o apático. Posiblemente no fuera el mejor en nada, pero se le acercaba mucho. Sabia de casi todo, o eso parecía. Uno nunca se percataba de si sus afirmaciones eran o no ciertas. Era el tipo de persona que gusta y que transmiten seguridad y optimismo, nunca miserias. En caso de “bajón” era el personaje que todos buscaban para sentirse mejor.

Buen conversador, mujeriego, altivo, con mucha clase y estilo y sin embargo cercano como el que más. Tuvo distintos sobre nombres o apodos con los que fue conocido y que me producían cierta hilaridad y sonrojo y que nunca explico a que se debían. Paco Dinamita, T.N.T Paco y otros muchos que no vienen al caso. Sin duda uno de los que más me llamo la atención fue el de Richard Widmark, este por su enorme parecido al actor Norteamericano. Los que le conocieron dicen de él que era una persona autentica, carismática, de los que no pasan desapercibidos, de los que dejan huella. Mejor amigo que esposo, mejor colega que padre. Generoso hasta la saciedad, incluso con lo que no era suyo. Incapaz de tener un duro en el bolsillo. Daba lo que tenia y pedía lo que era incapaz de devolver. Claro que eso él no lo sabía.

En su ánimo estaba siempre la esperanza de que las cosas se solucionaran, la racha cambiara y todo mejorara. Profundamente conservador y anti comunista en el pensamiento y sin embargo tremendamente liberal y comprensivo en las formas. Siempre respetuoso con todos. Divertido, risueño, charlatán, vividor y amante de la buena vida. Nunca supe su edad con certeza hasta después de su muerte y aun hoy tengo dudas en el año exacto de su nacimiento. Creo que fue 1932 o 1933, pero pudiera ser también 1934. Coqueto en extremo y contradictorio hasta el hartazgo. Exasperante y sin embargo tierno. No era fácil de entender, ni fácil de llevar.

Con cientos de conocidos pero con pocos amigos de verdad. Allí donde iba, no solo desplegaba sus encantos, también un pequeño gran altar en forma de “estampitas” y cruces para mayor asombro de propios y extraños, sobre todo de médicos, enfermeras y compañeros de habitación en los hospitales por donde pasaba. Su sarcasmo es todavía recordado, y por muy enfermo o malo que estuviera, siempre hacia broma de que el de al lado estaba bastante peor que él. Son decenas las anécdotas que sobre él se podrían contar, la mayoría divertidas, otras no tanto. Si algo de bueno tiene el ser humano, es la capacidad de olvidar los malos momentos, los malos recuerdos.

El que no es capaz de esto, está abocado a no ser feliz. De él aprendí muchas cosas, sobre todo aprendí lo que no se debe hacer. Lo cierto es que en esto último nunca le hice mucho caso. También aprendí a vivir como John Rambo, “día a día” y a la eterna búsqueda de la felicidad, hasta que te das cuenta que la felicidad puede ser muchos momentos a lo largo de un día y que cuesta lo mismo estar de buen humor que ser un mal humorado. Creo que todavía no les he dicho quien era él, él era Paco, mi padre.

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