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Diario YA


 

una pica en flandes

El triunfo de la fe

Rafael Nieto. 27 de mayo. El fútbol, por mucho que algunos quieran teorizar demasiado, es un deporte sencillo en el que normalmente gana el que sale al campo con verdadera intención de ganar. No el que quiere ganar, sino el que pone todo (el ánimo, la fe, el talento, el físico, la resistencia mental y la experiencia) al servicio de una idea colectiva, que es la victoria en el campo. Es cierto: a veces hay excepciones y vence el rácano, el tramposo, el suertudo. Pero, como en la vida, como en otras dedicaciones y disciplinas, es siempre mejor procurar ganar “comme il faut”, sin tener que implorar a la Fortuna ni a las malas artes.

Por eso, un madridista como el abajo firmante está satisfecho de ver cómo al fin el fútbol impone la justicia de lo bello sobre lo ruin. La dictadura del talento. Me niego a analizar el partido de anoche desde las simpatías o antipatías políticas, tampoco desde la rivalidad doméstica. El Barcelona dibujó sobre el césped romano un juego de cinco estrellas, sin todo aquello que sobra en el deporte, con todo lo que convierte el balompié en una religión para millones de personas. Y el Manchester, tan temido hasta ayer, fue sólo un juguete roto, incapaz de parar la avalancha azulgrana.

A los dos minutos de partido, un comentarista subrayó una de las claves de la final, y también del sello de identidad barcelonista: el portero, Valdés, jugaba en corto para sacar la pelota controlada desde la defensa. Ahí está la mano de un hombre, Guardiola, que ha impuesto a su equipo lo que hacía de jugador, esa manera de entender este juego: el balón no se regala ni se rifa. Es toda una filosofía, una apuesta nada fácil de mantener, un rasgo de carácter que sólo es reconocido cuando lo acompaña el éxito, pero que encierra, en sí mismo, una de las pocas verdades absolutas del fútbol.

Jugadores como Messi, Henri, Iniesta, Xavi, Eto´o…, merecían esta victoria, este triplete histórico que mete al Barça en la leyenda. Porque todos ellos han sacrificado parte de su ego a favor del grupo; porque han añadido, a su natural excelencia, el sacrificio y el trabajo; porque con humildad, desde el principio de la temporada, han apostado por la honradez de los entrenamientos duros y la disciplina a la hora de seguir las indicaciones del maestro de San Pedor. No caben revanchismos necios cuando se pone en evidencia la supremacía del que es más fuerte. El Barça es un gran campeón.

Enfrente, un equipo desesperado por su impotencia. Vendido a las aventuras necesariamente infructuosas de CR7 (un náufrago en la tormenta culé), incapaz de hacer valer el juego físico sobre la superioridad técnica del Barça, falto de ideas y con un entrenador que ayer decepcionó a propios y extraños. Ferguson se equivocó gravemente amontonando delanteros en el área contraria, cuando el agujero, el déficit, lo tenía en el centro del campo. Muy mal Sir Alex, y pésimo encuentro de un irreconocible conjunto inglés.

¿Quién dijo que los madridistas no sabíamos reconocer los méritos ajenos? Los que hemos tomado algunos bocatas en el Bernabeu contamos con un hermoso arsenal de recuerdos visuales apenas igualables: Stielike, Juanito, Butragueño, Martín Vázquez, Zidane, Schuster, Laudrup…Me dejo a miles. El resultado de tanto cromo pegado en la memoria es el criterio para saber cuándo se ve a un buen equipo y cuándo se está ante una banda de amigos. Este Barcelona de Guardiola es un gran equipo de fútbol y merece todos los éxitos que ha conseguido hasta ahora. Enhorabuena. 

 

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