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Diario YA


 

El probable efecto dominó de la insurrección catalana

“Todo lo que hacemos, incluso la más mínima cosa, puede tener un efecto dominó y repercusiones que emanan. Si arrojas una piedra en el agua en un lado del océano, puede crear una ola en el otro lado.” Víctor Webster.
Miguel Massanet Bosch. En ocasiones puede resultar penoso el ver cómo, quienes tienen la responsabilidad de gobernarnos, actúan de una forma excesivamente cortoplacista, sin tener en cuenta que hay situaciones creadas, toleradas o , simplemente, imprevistas capaces de hacer que, un simple hecho, una decisión aparentemente intrascendente o la omisión de una acción correctiva en su momento oportuno, pueden dar lugar a que sus efectos se multipliquen, se agraven o adquieran unas proporciones, no previstas, que pueden llegar a dar al traste, a medio o largo plazo, con el bienestar, la paz o el progreso de una comunidad o una nación.
Seguramente la ceguera de nuestro Ejecutivo, no se sabe si por cortedad en el análisis de situaciones, como es el caso de la evidente rebelión de Cataluña contra el Estado español o a causa de que, el señor Pedro Sánchez, se quiso pasar de listo convocando elecciones legislativas para el 10 de noviembre, cuando todo parecía favorecerle para sacar un resultado que pensaba que le iba a ser muy favorable a su partido y a su propio interés personal de alcanzar la presidencia del gobierno español o, inclusive, cuando sus consejeros le animaron a buscarse una situación más cómoda que le evitase el trago de tenerse que aliar con su más cercano partido de la izquierda, como era el caso de Podemos, un “amigo” que le resultaba incómodo al señor Sánchez, con el que tuvo que emplear toda clase de excusas para desdecirse de sus promesas de compartir con ellos el nuevo gobierno de España; algo que le obligó a retractarse, no siempre de una forma lógica y sí con evidente descaro y apresuramiento.
Claro que escuchar decir al señor ministro de Interior, señor Marlasca, la simpleza de que todo lo que está sucediendo en Cataluña no es más “que un problema de orden público”, confirma una vez más que, en el ejecutivo del PSOE, que está actuando “en funciones” en espera de las elecciones, la mayoría de sus ministros dan muestras de no estar a la altura de los cargos a los que han sido destinados. Pudiera ser, y nadie se lo va a negar al ministro, que el síntoma, que en caso de una enfermedad pudiera ser la fiebre, fuera el caos, los desórdenes públicos, las agresiones a las fuerzas armadas o los insultos y afrentas en contra de España, sus autoridades o la misma policía, con lanzamiento de adoquines, incendiando barricadas en las calles, atacando con comandos perfectamente organizados y convenientemente adiestrados para competir con las fuerzas de orden público, convirtiendo la capital catalana y a sus ciudadanos, en un lugar invadido, cercado, acorralado e inmovilizado por una multitud de invasores que cortaron calles y carreteras; impidieron la libre circulación de vehículos y transporte público por numerosas calles; mantuvieron cerradas la mayoría de tiendas en puntos neurálgicos de Barcelona, Tarragona, Lérida y Gerona y tuvieron cerrada la frontera con nuestra vecina Francia, de modo que el tránsito de camiones tuvo que pararse y hubo colas que llegaron a superar los treinta kilómetros.
Pero el meollo, señor Marlasca, la verdadera causa no se puede reducir a las alteraciones del orden que ha sufrido la región catalana, la causa  de todo ello se debe y todavía sigue libre sin que ningún fiscal haya presentado denuncia contra él, al señor Quim Torra; quién, públicamente,  desde el mismo parlamento catalán y la Generalitat, de la que es el Presidente, no ha parado de animar a los terroristas callejeros, los CDR, a que insistieran en su labor de desestabilización de Cataluña intentando cerrar el aeropuerto, cometiendo actos de sabotaje contra las líneas del AVE, creando una situación dantesca para atemorizar a los ciudadanos que se consideran españoles antes que catalanes y causando gravísimos perjuicios económicos a los comerciantes y casi tres millones de euros en desperfectos a las calles y mobiliario urbano de la Ciudad Condal, lo mismo que en otras capitales catalanas. Como en otras ocasiones, ha insistido en reclamar la independencia de Cataluña y no ha cesado de repetir que volverán a las andadas, tan pronto como tengan ocasión para ello. Y esto es traición en boca de u n funcionario del Estado, como lo es alzarse contra una sentencia del TS por otros medios distintos a los legales.
Pero, lo realmente peligroso es que, hasta hace poco tiempo, se podía decir que esta amenaza independentista, al menos reclamada de una forma tan exigente, ilegalmente planteada a la vez que reiterada, parecía quedar reducida a Cataluña y el País Vasco, (este último con un Gobierno que, utilizando otros medios menos espectaculares y agresivos pero, sin duda alguna, más  más lucrativos para la tesorería vasca). Ahora, sin embargo, ya hemos visto manifestaciones de apoyo a Cataluña en San Sebastián y Madrid, sin descartar que se repitan en otras autonomías en las que, hasta ahora, parecía que existía una clara repulsa a la conducta independentista de los catalanes. Ello es otro síntoma, señor Marlasca, de que, de no tomarse pronto medidas serias, es posible que se acabe reproduciendo, en otras partes de España, manifestaciones semejante a las que están llevando a cabo los terroristas de la DCR catalanes lo que, señor ministro, por mucho que ustedes pretendan ignorarlo y por mucho respeto que se le tenga por su cualidad de Juez, llegará a ser otro intento de sublevar a un pueblo en contra del orden establecido y a favor de un delito de secesión por mucho que, de momento, “sólo” haya causado 300 heridos entre la policía y los mossos de esquadra ( unos señores que, en esta ocasión, si se han batido el cobre para ayudar a evitar que los terroristas separatistas se salieran con la suya), una cantidad exorbitante si es que debemos compararla con los graves sucesos de octubre del 2017, en el que el número de víctimas entre las fuerzas del orden fue sensiblemente inferior. Ello demuestra que han tenido que luchar con sujetos bien organizados, que no han dudado en destrozar las calles y las aceras para sacar piedras y adoquines con los que atacar a la policía y los mossos (en esta ocasión parece que la actuación de la Guardia Civil ha quedado reducida a un  apoyo testimonial, algo que no acabamos de entender, cuando es obvio que se trataba de acabar con una amenaza que ha puesto en apuros a las fuerzas, insuficientemente dotadas, de la policía y mossos; algo que han denunciado los sindicatos policiales).
Como era de esperar las órdenes políticas, no las de los mandos de las unidades del orden, emanadas desde Madrid, seguramente desde el mismo juez  Marlasca y la Presidencia del gobierno, han sido las de actuar moderadamente lo que todo el mundo sabe que quiere decir que no se quieren heridos entre los manifestantes porque, sí los hubiera, la prensa extranjera es posible que lo hubiera intentando resaltar. Ha habido pocos pero, a cambio de que hoy, haya casi 300 heridos en los hospitales catalanes, debido a que han tenido que aguantar una lluvia de objetos (cabezas de martillos, tornillos, adoquines, hierros etc.) sin poder contratacar con los medios apropiados para poder restablecer el orden, en lugar de aguantar impávidos la lluvia de objetos que fueron obligados a soportar a pie firme.
El peligro real, aquel con el que, seguramente, vamos a tener que enfrentarnos al haber cerrado en falso (si es que se consigue) esta nueva oleada (se habla de entre 750.000 y 500.000 los catalanistas movilizados, de entre los cuales muchos, incluso no eran ni catalanistas ni separatistas pero querían reclamar contra el Gobierno por otros motivos distintos) se puede resumir en dos aspectos principales: el primero, el aliento que puedan haber recibido los participantes en esta numerosa congregación del nacionalismo catalán, al ver que no ha sucedido nada, que la reacción gubernamental ha sido más bien tibia y que, cada vez que se deciden a invadir las calles, acaban sintiendo que, en realidad, son capaces de hacerse con el control de las mismas, atribuyendo a las fuerzas del orden la simple capacidad de resistir en los puntos clave a las que son asignadas; el segundo lugar, es todavía más grave y consiste en que, una parte importante de las otras regiones de la nación española, especialmente aquellas en las que ya existen claras muestras del separatismo al estilo del catalán, como son los casos de Baleares, Valencia, Navarra y Galicia, lugares en los que existe un renacido nacionalismo, fruto de la actitud contemplativa, tolerante y mojigata de los gobiernos de Rajoy y ahora del señor Pedro Sánchez, que han permitido que en dichos lugares fueran proliferando actitudes reivindicativas de la lengua y presuntas identidades de tipo catalanista ( como ocurre en Baleares, vendidos al catalán cuando allí existe un dialecto, el mallorquín, que actualmente se está perdiendo por causa del reciente dominio del catalán, impuesto precisamente por renegados oriundos del país)
 El peligro está en que, aprovechando la debilidad actual del gobierno, la situación de precampaña en la que España se encuentra; el problema europeo basado en el brexit británico; los problemas económicos de la locomotora europea, Alemania, y nuestros propios problemas internos que, aunque todavía no parece que repercutan en nuestra realidad económica, es evidente que, más pronto que tarde,  los que intentan la partición de nuestro país se están esforzando en apresurar lo que se podría considerar la gran campaña en contra de nuestra unidad, lo van a conseguir. Es evidente que vamos a tener que sufrir esta nueva política de aumento del gasto público, que nos anuncia Sánchez, lo que comportará una mayor carga fiscal con todas las consecuencias que ello supone para el bolsillo del ciudadano y la competitividad de nuestras empresas.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, estamos en  una situación que, si los ciudadanos españoles no reaccionamos a tiempo, corremos el peligro de que los dos grandes peligros que hoy en día amenazan a nuestra democracia, los comunistas de Podemos y los separatistas catalanes, se aprovechen de la debilidad de un eventual gobierno de izquierdas, capitaneado por Sánchez, para acabar de consumar la labor de demolición de la nación española, que unos y otros hace años que han comenzado a llevar a cabo.    Nolens volens estamos condenados a una época de pesimismo y quebranto.