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Diario YA


 

Con el Papa y bajo la autoridad del Papa. Una advertencia a los obispos, necesaria en estos tiempos de buenismo y progresía

El matrimonio seguirá siendo indisoluble

Enric Barrull Casals. Su Santidad Francisco lo dijo alto y claro. Cum Petro et sub Petro, cuya traducción libre es: Con el Papa y bajo la autoridad del Papa. Una advertencia a los obispos, necesaria en estos tiempos de buenismo y progresía, a los que incluso la Iglesia parece apuntarse en ocasiones, quizá –o sin quizá—llevada por la corriente de lo políticamente correcto que los laicistas van imponiendo de manera silenciosa, y en ocasiones con gran estruendo.

 Así, el Santo Padre pronuncia un discurso rebosante de amor, misericordia y tolerancia, pero muy firme en la esencia. Habló del cansancio y la fatiga de los días de debate, donde hubo momentos de “desolación, de tensión y de tentación”. Habló de la tentación del endurecimiento hostil, cerrarse a la letra y no dejarse sorprender “por el Dios de las sorpresas”; aferrarse a lo que conocemos, como hacen los celantes y los escrupulosos, es decir, los llamados tradicionalistas, por encima de lo que aún debemos aprender. La tentación del “buenismo” destructivo, que trata los síntomas y no la causa y las raíces. Lo hacen los que tienen miedo a la verdad, léase los progresistas y liberales. La tentación de descender de la cruz, para contentar a la gente y estar más de acuerdo con los tiempos, claudicando ante el espíritu mundano “en vez de purificarlo al Espíritu de Dios”, como si el cristianismo fuese un humanismo. Nada de exégesis ad hoc para diluir la verdad.

 El Papa agradeció las intervenciones “llenas de fe, de celo pastoral y doctrinal, de sabiduría, de franqueza, de coraje y parresía”. Se pusieron sobre el tapete las diferentes sensibilidades, con sus matices respectivos. Y hubo debate, sí, pero al Pontífice, según sus propias palabras, le hubiera “preocupado y entristecido si no hubiera habido esas tentaciones y esas discusiones animadas; si todos hubiesen estado de acuerdo o taciturnos en una falsa y quietista paz”.

 Se debatió por el bien de la Iglesia, de las familias y la suprema lex, pero no se discutió en ningún momento la verdad fundamental del sacramento del matrimonio: la indisolubilidad, la unidad, la fidelidad y la procreación, es decir, la apertura a la vida. Partiendo de aquí, se puede deducir el resto.

 

 

 

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