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Diario YA


 

El gran museo

María Landaluce. Erase una vez un país, que además de tener importantes problemas internos, con unos reyes decadentes e ineptos, con frecuentes traiciones dentro de la propia familia real, que provocaban motines y revueltas, tuvo la desgracia de fiarse en sus aliados extranjeros. Estos “aliados”y vecinos eran la primera potencia mundial militar y sus tropas se paseaban por Europa.

Con una ligera excusa, esas triunfantes tropas penetran en el país aliado con permiso de sus gobernantes. A partir del minuto uno, se dedican a ocupar las ciudades “aliadas” cometiendo toda clase de tropelías, robando cuanto puede caer en sus manos y expoliando el patrimonio artístico y cultural vorazmente, asolando pueblos y aldeas que les caen al paso; cualquiera que osara atreverse siquiera a protestar de la situación era asesinado vilmente y su familia, o su pueblo, o ambos, cruelmente represaliados de forma salvaje. Ante la actitud de brazos cruzados de los gobernantes del país invadido, cuando no de clara colaboración con la infamante situación, pequeños grupos de valientes patriotas comienzan a defenderse por todo el violado país, y apoyándose en una revuelta popular en la capital, en la que son masacrados participantes y ajenos, comienza una muy cruel guerra de defensa de la patria para expulsar al felón y devastador vecino. La guerra dura seis años y causa estragos enormes en la población; y lo que es peor, divisiones internas profundas que se prolongan por más de 200 años.

Pasados esos dos siglos, en un gran museo, uno de los mas importantes museos de pintura del mundo, de esa capital levantada en armas antaño contra la injusticia y el atropello, se celebra una gran exposición de un artista que precisamente fue protagonista activo de los trágicos sucesos antes relatados. Para publicitar el evento y atraer visitantes, a la dirección de dicho museo no se le ocurre mejor ni más repugnante idea, que difundir que: “El 2 de mayo de 1808, grupos exaltados del pueblo de Madrid, instigado por sectores reaccionarios de la nobleza y la iglesia, se levantaron en armas...”.

Parece un cuento, ¿verdad?. Un ensayo más sobre la historia bélica de algún país tercermundista o, quizá de algún reino inventado. Desgraciadamente no es así, pues esa guerra sucedió y seguramente muchos de ustedes habrán adivinado que lamentablemente ese país es el nuestro: España. También habrán acertado al identificar al traidor vecino francés y el gran museo de pintura, con el imponente Museo del Prado. El artista es Goya. Pero supongo que les habrá sorprendido la bajeza de la propaganda, la traición a la memoria de unos patriotas anónimos, surgidos del pueblo llano, que en cualquier otro país del mundo, menos en el nuestro, y con menores motivos, no se cansarían de honrar su memoria y enaltecer su heroísmo. Ningún otro país del mundo vomitaría falacias sobre sus héroes nacionales, que entre otras cosas, posibilitaron la independencia de su nación que en esos momentos corría gravísimo riesgo de desaparecer como tal. Menos aún desde las instituciones del Estado, desde un apéndice del Ministerio de Cultura.

No sé si el señor Zugazaga o el señor Pérez-Llorca están al corriente de esta vergonzosa y vergonzante publicidad. Si lo saben malo y si no, peor; pues significa que no se enteran de lo que ocurre en su museo. Aparte de que la propagandita de marras es rigurosamente falsa, desde el punto de vista histórico, es una canallada hacia el pueblo español, que en masa, se levantó contra el invasor. Por mucho visitante del otro lado de los Pirineos que ahora se asome a las taquillas del Prado. Es de suponer, lo contrario sería preocupante, que los señores Zugazaga y Pérez-Llorca, y entrando de lleno en su ámbito, son conocedores que esos “grupos exaltados del pueblo de Madrid, instigado por sectores reaccionarios de la nobleza y la iglesia”, trataron de evitar que se llevase a cabo el mayor expolio de arte que ha tenido lugar nunca en el mundo. ( No, los nazis tampoco).Los mariscales y los generales franceses, se entregaron a un paroxismo cleptómano, robando y enviando a Francia cuantos lienzos de valor y otras obras de arte cayeron en sus manos. Expoliaron todos los museos, palacios, catedrales, iglesias y capillas que pudieron, arrasando con colecciones enteras de pintura, escultura, joyas, objetos de culto, monedas y documentos antiguos; oro y plata por toneladas.

Especialmente el propio José Bonaparte, cuyo equipaje al huir de España, es ya legendario, a la cabeza de Soult, Murat, Sebastini y todos los altos oficiales franceses que en mayoría obscena, participaron de la orgía acaparadora; dejando las migajas que no pudieron esconderse, a los oficiales de menor rango y a la soldadesca. La lista de las pinturas de Murillo, Ribera, Rubens, Velázquez, etc. que desaparecieron para siempre de España, es interminable. Muchas de ellas se pueden ver hoy en el Louvre y otros museos y colecciones privadas de Europa. Pepe Botella pudo vivir toda su vida a cuerpo de rey, por Europa y América, donde tenía extensas posesiones, subastando los cuadros que pudo sacar de España. Que fueron una mínima parte de lo que intentó y no pudo conseguir, en parte gracias a esos héroes patrios ahora insultados y denostados.¡¡Que vergüenza!!

Con una ligera excusa, esas triunfantes tropas penetran en el país aliado con permiso de sus gobernantes. A partir del minuto uno, se dedican a ocupar las ciudades “aliadas” cometiendo toda clase de tropelías, robando cuanto puede caer en sus manos y expoliando el patrimonio artístico y cultural vorazmente, asolando pueblos y aldeas que les caen al paso; cualquiera que osara atreverse siquiera a protestar de la situación era asesinado vilmente y su familia, o su pueblo, o ambos, cruelmente represaliados de forma salvaje. Ante la actitud de brazos cruzados de los gobernantes del país invadido, cuando no de clara colaboración con la infamante situación, pequeños grupos de valientes patriotas comienzan a defenderse por todo el violado país, y apoyándose en una revuelta popular en la capital, en la que son masacrados participantes y ajenos, comienza una muy cruel guerra de defensa de la patria para expulsar al felón y devastador vecino. La guerra dura seis años y causa estragos enormes en la población; y lo que es peor, divisiones internas profundas que se prolongan por más de 200 años.

Pasados esos dos siglos, en un gran museo, uno de los mas importantes museos de pintura del mundo, de esa capital levantada en armas antaño contra la injusticia y el atropello, se celebra una gran exposición de un artista que precisamente fue protagonista activo de los trágicos sucesos antes relatados. Para publicitar el evento y atraer visitantes, a la dirección de dicho museo no se le ocurre mejor ni más repugnante idea, que difundir que: “El 2 de mayo de 1808, grupos exaltados del pueblo de Madrid, instigado por sectores reaccionarios de la nobleza y la iglesia, se levantaron en armas...”.

Parece un cuento, ¿verdad?. Un ensayo más sobre la historia bélica de algún país tercermundista o, quizá de algún reino inventado. Desgraciadamente no es así, pues esa guerra sucedió y seguramente muchos de ustedes habrán adivinado que lamentablemente ese país es el nuestro: España. También habrán acertado al identificar al traidor vecino francés y el gran museo de pintura, con el imponente Museo del Prado. El artista es Goya. Pero supongo que les habrá sorprendido la bajeza de la propaganda, la traición a la memoria de unos patriotas anónimos, surgidos del pueblo llano, que en cualquier otro país del mundo, menos en el nuestro, y con menores motivos, no se cansarían de honrar su memoria y enaltecer su heroísmo. Ningún otro país del mundo vomitaría falacias sobre sus héroes nacionales, que entre otras cosas, posibilitaron la independencia de su nación que en esos momentos corría gravísimo riesgo de desaparecer como tal. Menos aún desde las instituciones del Estado, desde un apéndice del Ministerio de Cultura.

No sé si el señor Zugazaga o el señor Pérez-Llorca están al corriente de esta vergonzosa y vergonzante publicidad. Si lo saben malo y si no, peor; pues significa que no se enteran de lo que ocurre en su museo. Aparte de que la propagandita de marras es rigurosamente falsa, desde el punto de vista histórico, es una canallada hacia el pueblo español, que en masa, se levantó contra el invasor. Por mucho visitante del otro lado de los Pirineos que ahora se asome a las taquillas del Prado. Es de suponer, lo contrario sería preocupante, que los señores Zugazaga y Pérez-Llorca, y entrando de lleno en su ámbito, son conocedores que esos “grupos exaltados del pueblo de Madrid, instigado por sectores reaccionarios de la nobleza y la iglesia”, trataron de evitar que se llevase a cabo el mayor expolio de arte que ha tenido lugar nunca en el mundo. ( No, los nazis tampoco).Los mariscales y los generales franceses, se entregaron a un paroxismo cleptómano, robando y enviando a Francia cuantos lienzos de valor y otras obras de arte cayeron en sus manos. Expoliaron todos los museos, palacios, catedrales, iglesias y capillas que pudieron, arrasando con colecciones enteras de pintura, escultura, joyas, objetos de culto, monedas y documentos antiguos; oro y plata por toneladas.

Especialmente el propio José Bonaparte, cuyo equipaje al huir de España, es ya legendario, a la cabeza de Soult, Murat, Sebastini y todos los altos oficiales franceses que en mayoría obscena, participaron de la orgía acaparadora; dejando las migajas que no pudieron esconderse, a los oficiales de menor rango y a la soldadesca. La lista de las pinturas de Murillo, Ribera, Rubens, Velázquez, etc. que desaparecieron para siempre de España, es interminable. Muchas de ellas se pueden ver hoy en el Louvre y otros museos y colecciones privadas de Europa. Pepe Botella pudo vivir toda su vida a cuerpo de rey, por Europa y América, donde tenía extensas posesiones, subastando los cuadros que pudo sacar de España. Que fueron una mínima parte de lo que intentó y no pudo conseguir, en parte gracias a esos héroes patrios ahora insultados y denostados.¡¡Que vergüenza!!

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