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Diario YA


 

El Cascanueces o la magia de la infancia

Por Tatiana Solovieva

El Cascanueces de Piotr Tchaikovsky es la obra más navideña del ballet clásico universal. El mago Drosselmeyer en la fiesta de Navidad hace posible que los sueños de Masha se cumplan: los juguetes cobran vida, el Cascanueces se convierte en un bello príncipe y juntos, tras enfrentarse a los malvados ratones, viajan por las tierras nevadas al Palacio Mágico.
Es una obra basada en un cuento, sin edad recomendada y es bien recibida por todos los públicos. Un espectáculo al que vale la pena acudir toda la familia. Si como decía Rousseau “Lo que uno ama en la infancia se queda en el corazón para siempre”, los niños seguramente se enamorarán de él y los adultos recordarán sus sueños infantiles.

Creo que ningún otro espectáculo de ballet tiene tantas versiones cómo El Cascanueces. Hasta los nombres de la protagonista son múltiples: Masha, Marie, Clara… Hay versiones donde los protagonistas son los actores de la fiesta en el Palacio Mágico, o también donde ellos son espectadores que ven al Hada de Azúcar y el Príncipe Coqueluche, entre los ratones (o, más a menudo, ratas) hemos visto como líder al Rey de los Ratones y también a la Reina de los Ratones, y donde el Palacio Mágico podría ser lugar de muchos dulces. Las coreografías también son muy diferentes. Por ejemplo, solo por los teatros de la Gran Vía de Madrid, nuestra productora ha traído los siguientes:
•    Ballet Imperial Ruso, coreografía de Gediminas Taranda
•    Ballet de San Petersburgo, coreografía de Andrey Batalov
•    Ballet Estatal de San Petersburgo Leonid Yakobsón, coreografía Yury Petukhov
•    Ballet Estatal Clásico de Moscú, coreografía de N. Kasatkina y V. Vasiliov
•    Ballet Estatal Tchaikovskiy de Perm, coreografía V. Vainonen
•    Moscow City Ballet, coreografía Smirnov-Golovanov
•    Kiev Modern Ballet, coreografía Radu Poklitaru

El próximo 23 de diciembre, en el madrileño Teatro Lope de Vega, podremos ver la nueva versión del Ballet de San Petersburgo de Andrey Batalov, con grandes solistas internacionales en el papel del Cascanueces-Príncipe a Mikhai Martynyuk (fue solista principal del Ballet del Kremlin, Artista de Honor de Rusia), Cristina Terentieva en el papel de Masha, y Sergey Iliin en el papel del mago Drosselmeyer, y, cómo siempre, con la participación de los talentosos alumnos madrileños de la Escuela de Ballet Ruso Nazarenco de Madrid y del Centro de Danza María Larios de Coslada. Además, por primera vez, van a participar las gimnastas del Club Rítmica Torrijos interpretando la coreografía de los Enanitos.

¿Qué sabemos de la historia de este gran clásico?
Posiblemente el famoso ballet ruso El Cascanueces no habría visto la luz si no fuera por el director de los Teatros Imperiales, Ivan Vsevolozhsky. Aristócrata y descendiente de una antigua familia de Vsevolozhsky-Rurikovich antes de ocupar este puesto honorífico en 1881, recibió una brillante educación en la Universidad de San Petersburgo y sirvió durante varios años como funcionario en tareas especiales en la Embajada rusa en París. Fue en Francia donde "sacó" la pasión por el dibujo y el amor a la época del Luis XIV, el Rey Sol, un ferviente admirador del ballet.

La fascinación de Vsevolozhsky por la cultura francesa del siglo XVIII se reflejó en el diseño exuberante y las tramas fabulosas y caballerescas de las actuaciones que se escenificaron en las producciones rusas. En 1890, el ballet de Tchaikovsky La Bella Durmiente se estrenó en el Teatro Mariinsky de San Petersburgo. Inspirado por la cálida recepción del público, ese mismo año Vsevolozhsky le encarga a Tchaikovsky otra obra basada en la trama del cuento de hadas del escritor alemán Theodore Amadeus Hoffmann: “El Cascanueces y el rey de los ratones”.

Ivan Vsevolozhsky no tomó el cuento original de Hoffmann como base para su ballet, sino la versión titulada "La Historia del Cascanueces", escrito por Alexander Dumas padre en 1845. La versión de Dumas del cuento de hadas donde un juguete de madera que servía para partir nueces se transformaba en un bello príncipe, se ajustaba perfectamente a los requisitos del teatro de ballet.

El coreógrafo Marius Petipa también introdujo cambios adicionales en el libreto: así, dedicó por completo el segundo acto a los bailes de dulces en la tierra mágica de Confiturenburg. "El telón de fondo, -escribió Marius Petipa en el libreto- es una palma de lentejuelas doradas y plateadas en las profundidades de las fuentes, batiendo limonada, naranja y mermelada de grosella. Entre todas estas fuentes en el río de aceite de rosa, hay un pabellón de azúcar de cebada". En el segundo acto, aparecieron en el escenario caramelos, mazapanes, pan de jengibre, pistachos, tortillas y galletas de menta, chocolate, café y té. Los personajes principales aquí parecían olvidados: solo tenían que aparecer los dulces y juguetes que cobraban vida.

Cuando el libreto fue leído por Tchaikovskiy, a quien Vsevolozhsky encargó la música para la obra, dudó que resultara interesante, e incluso quiso abandonar el proyecto. Vsevolozhsky tuvo que convencer al compositor de que la Familia Real estaba interesada por el ballet y que veían Tchaikovsky como al autor de la música.

El 1892 se anunció que en el teatro Mariinsky de San Petersburgo se estrenaría el nuevo ballet de Marius Petipá. Pero la enfermedad provocó que se tuviera que encargar de la coreografía Lev Ivanov, el genio que salvó del fracaso El Lago de los Cisnes y coreografió su acto más famoso hasta el día de hoy, el Acto Blanco.

En la primera versión de El Cascanueces, que se estrenó el 18 de diciembre de 1892, actuaron muchos niños. El público lo recibió con moderación: a muchos no les gustó que los niños de la Escuela de Teatro bailaran las partes principales de la obra. En el papel de Clara (a pesar de que la heroína de Hoffman se llamara Marie y Clara fuera su muñeca, Petipá llamó a la niña de esta manera) bailó Stanislava Belinskaya, una estudiante de doce años, y Sergey Legat, de diecisiete años, interpretó al cascanueces. Para las escenas masivas, los niños de la escuela no eran suficientes, por lo que los alumnos de la guardia del Regimiento de Finlandia desempeñaron el papel de soldados.

Sin embargo, lo que sorprendió a todos los críticos fue el Vals de copos de nieve, con 60 bailarines que culminaban el primer acto. En el libreto, esta escena fue descrita de la siguiente manera: "La sala se convierte en un bosque de abetos en invierno. La nieve comienza a caer en grandes copos, se levanta una tormenta de nieve. Poco a poco, la tormenta de nieve disminuye y el paisaje invernal se ilumina con la suave luz de la Luna; a la luz de la Luna, la nieve brilla como diamantes".

Hoy en día, es difícil imaginar los trajes de los artistas de este ballet del siglo XIX, muy diferentes de lo que son ahora. El 7 de diciembre de 2017, en honor al 125 aniversario del estreno del ballet, en la biblioteca estatal de Teatro de San Petersburgo se inauguró la exposición en la que se presentaron bocetos de los trajes del primer Cascanueces realizado por Vsevolozhsky, algunos de los cuales hemos utilizado para ilustrar el presente artículo, donde pueden observarse uniformes militares y camisolas con detalles minuciosos, vestidos largos con cintura alta de moda en ese momento, sombreros sofisticados, trajes orientales con bordados ricos. También hay vestidos similares a los tutús modernos. Estos magníficos trajes brillantes crearon el ambiente maravilloso del espectáculo, que pronto ganó gran popularidad.

El Cascanueces tras la Revolución de Octubre

En el escenario del Teatro Bolshoi de Moscú, El Cascanueces se estrenó 27 años después del estreno en San Petersburgo. La dirección del teatro se negó a ofrecer la versión de Petipa y Vsevolozhsky, dándosela al coreógrafo Alexander Gorsky y al pintor impresionista Konstantin Korovin para que hicieran una "adaptación".

Korovin cambió el diseño del ballet, presentando el escenario como una mesa servida con un enorme juego de café del que salían los bailarines. En lugar de copos de nieve, al final del primer acto, las Santas bailaron con abrigos de piel y las doncellas de Nieve con capas. En el último acto, Gorsky dejó a Clara en un sueño místico. Además, el coreógrafo eliminó de la trama de la versión de Petipa al Hada de Azúcar y al Príncipe que bailaban un Adagio. Dio sus roles a los pequeños protagonistas de la primera parte del espectáculo: Marie (la heroína fue renombrada nuevamente debido a los acontecimientos de la Primera Guerra Mundial y el boicot a todo lo alemán) y el Cascanueces se convertía al Príncipe. Esta idea resultó ser tan buena que arraigó firmemente en las producciones posteriores en Rusia.

Sin embargo, la versión de Gorsky y Korovin no estuvo en el escenario por mucho tiempo. A principios de los años 20, el Teatro Bolshoi estaba a un paso de la ruina: el nuevo gobierno surgido de la Revolución habló de la inutilidad de aquél templo del arte para la clase trabajadora. Konstantin Korovin emigró para siempre a Francia, y el ballet El Cascanueces fue retirado del repertorio del Bolshoi.

No fue hasta 1922 que el gobierno bolchevique llegó a la conclusión de la "falta de integridad" por el cierre del legendario teatro Bolshoi. Sin embargo, durante mucho tiempo, El Cascanueces no se puso en escena, tanto en el teatro Bolshoi como en el Mariinsky debido a la desaparición en el país de la tradición de vestir el árbol de Navidad y celebrar el Año Nuevo.

Por fin, cuando en 1935 el segundo Secretario del Comité Central de Ucrania, Pavel Postyshev, propuso a Stalin devolver el árbol a los niños para las vacaciones invernales, El Cascanueces volvió a los teatros. 

En 1938, en el escenario del teatro Bolshoi, el ballet El Cascanueces fue presentado por el coreógrafo Vasily Vainonen y diseño de Vladimir Dmitriev, haciendo de la experiencia de una niña que amaba a una muñeca fea el centro de la trama.

Pero la producción más espectacular en el Teatro Bolshoi de El Cascanueces pertenece a Yuri Grigorovich. Reinterpretando las versiones anteriores, consiguió que la trama fuera más profunda y filosófica, provocando que el espectador reflexione sobre la imposibilidad de alcanzar la felicidad absoluta. Los trajes para esta versión fueron creados por el artista teatral Simon Virsaladze.

La producción más inusual de El Cascanueces en las últimas décadas, sin duda fue la versión del coreógrafo Kirill Simonov y el artista Mikhail Shemyakin, estrenada en el Teatro Mariinsky en 2001. Gran fan de Hoffmann, Shemyakin trató de alejarse todo lo posible de la interpretación del cuento de Alexander Dumas y creó un maravilloso mundo entre lo fantasmagórico y lo grotesco. En su versión, aparecía en el escenario un enorme pastel, ratones enmascarados y los famosos copos de nieve para el vals que se vestían con tutús negros con escamas blancas en las faldas.

En la actualidad, en la víspera del Año Nuevo, tradicionalmente hay representaciones de El Cascanueces en todos los escenarios de Rusia y en muchísimos escenarios internacionales, y es tal el atractivo para ver este ballet que, durante dos semanas se tienen que ofrecer dos actuaciones al día.

Es poco probable que Peter Ilyich Tchaikovsky pudiera predecir que la trama que no le gustaba al principio encontraría tal respuesta entre el público, pero esto fue anticipado por un fan de la exuberante época de Luis XIV y el mundo de los cuentos de hadas, el director de los Teatros Imperiales, Ivan Vsevolozhsky. Después de todo, viajar a un país de cuento de hadas con Marie y El Cascanueces es una oportunidad única para que, como expresó el poeta Rainer María Rilke, todos regresemos brevemente a la patria verdadera de cada hombre que es la infancia, y volvamos a creer en la Magia, la más exacta de todas las ciencias humanas.