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Diario YA


 

Editorial: "Profilaxis sin amor"

Sólo la Historia, con ese criterio insobornable que da el paso del tiempo al poner en evidencia la verdad, sabrá valorar como merece lo afortunados que somos los católicos de tener, justo en este momento, a Benedicto XVI como Papa. La sabiduría, el temple, la lucidez y la santidad que demuestra en todas sus palabras, en cada uno de sus actos, llegan a sobrecoger. Y justo cuando más brilla la luz de este ministro de Dios sobre la cristiandad, más duramente le tratan, y con peor sangre, los enemigos de la fe que, cómo obviarlo, son también los enemigos del hombre.

El Santo Padre ha vuelto a dar una lección a todos los cristianos. Quienes tengan dudas de cómo debe uno comportarse en este mundo de corrupción constante, de egoísmo y de vacuidad, lo tiene muy fácil para acertar: sólo tiene que imitar a Benedicto XVI. O intentarlo, vamos.

Sus declaraciones a los periodistas sobre el uso de los profilácticos en el Tercer Mundo, que la progresía ha querido manipular y falsear con su inquina innata (la izquierda sólo sabe "trabajar" así), vuelven a ser un aldabonazo en las conciencias adormezidas, un puñetazo en la mesa de la cultura relativista, de lo políticamente correcto y de las mentiras de consenso. El Pontífice ha dicho la verdad, y eso duele mucho. Todas las infundadas críticas y los gruesos epítetos que le dedican los frustrados y amargados popes de la "libertad" son la mejor prueba de que el Papa ha vuelto a acertar en su análisis.

En efecto, como brillantemente explicó Benedicto XVI, los profilácticos no sólo son solucionan el problema del SIDA en África, sino que lo aumentan. No sólo en África, en todo el mundo. Está más que demostrado que el uso de preservativos, como método único y aislado de contracepción, es un rotundo fracaso en todo el planeta. Sin una correcta educación sexual, que sepa incluir las relaciones íntimas en otras mucho más enriquecedoras y humanas como son las relaciones afectivas de amor, el látex sólo produce un incremento de la promiscuidad, y por tanto, más embarazos no deseados y más transmisión de enfermedades.

El Santo Padre acierta no sólo porque dice la verdad, sino porque es capaz de transmitirla así, con sencillez, sin grandes fuegos de artificio, como es él, sencillo en su honda sapiencia y en su incomparable amor a la Humanidad. Que no nos falte. Que Dios le siga dando esa lucidez espléndida, esa valentía al no callar, esa capacidad para orientar, para ser brújula de este mundo que camina sin norte. Que Dios le proteja y le dé salud por muchos años.

Viernes, 20 de marzo de 2009.

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