Principal

Diario YA


 

Editorial: "Niños sin futuro"

En España se cree que hay 35.000 personas con Síndrome de Down, una enfermedad casi desconocida que, precisamente por serlo, discrimina a quienes la padecen de una forma cruel. La cifra, aunque pueda parecer considerable, es insignificante si tenemos en cuenta que la inmensa mayoría de los individuos que la padecen no llegan nunca a nacer; se les condena a muerte en el vientre de sus madres porque no son tan "perfectos" como los "médicos" que los matan, por ejemplo. Ni tan perfectos como las "madres" que permiten esa atrocidad.

Calcúlese el alto grado de filosofía nazi que encierra dicho modo de actuar: si el niño es proporcionado, rubito y de ojos claros, no hay problema, todos contentos. Quizá el día de mañana sea un ser despiadado y miserable incapaz de ayudar a nadie ni de sentir piedad, pero de entrada viene "bien hecho", es apto para la sociedad de consumo en la que vivimos. Tendrá una novia, vestirá de marca, comerá lo que interesa que coma y se morirá cuando al Estado le conviene que se muera, o sea, después de haber consumido durante los años que tenía que consumir.

En cambio, si las ecografías muestran que el niño tiene Síndrome de Down, lo mejor que puede hacerse es abortar. Es lo que recomiendan los médicos y, por supuesto, lo que deciden las madres con el siempre sabio consejo de los padres. Tener un hijo así es un "fracaso", nos señalarán por la calle, se reirán de nosotros, no podremos ir con él a fiestas de alto copete ni conocer a "gente guapa". Nos veremos eternamente obligados a cuidar de él con lo que eso supone de falta de libertad personal. Y ya se sabe que la libertad es lo primero. Of course.

Eso sí, Hitler era un asesino repugnante, Goebbels una alimaña indecente, y Mussolini se mereció morir lapidado y colgado por los pies en la plaza pública. Ah, y Stalin..., ese era otro malvado que nunca debió nacer. Como los pobres niños con Síndrome de Down que tampoco merecen ver la luz del día, ni escuchar el canto de los jilgueros, ni saber lo que es un abrazo, una caricia, una poesía o una flor; no tienen derecho a conocer a Dios ni a sentir el corazón lleno de gozo por saberse hijo de Él, porque ya hay gente que decide que es mejor que no nazca.

Esperemos que el Día Mundial del Síndrome de Down, que celebramos ayer, no sea uno más de esos días inútiles marcados en los calendarios, sin más repercusión que la que le damos algunos medios de comunicación. Que sirva para reflexionar sobre el tipo de sociedad que hemos fabricado, sobre la clase de seres que somos, sobre la dignidad de la persona humana. Y sepamos ver que si todos los crímenes son abominables y todos los asesinatos condenables, no hay delito peor que el que se comete contra el indefenso. Y eso es lo que hace a diario este mundo sin brújula y sin norte: matar a quienes no tienen ni voz para quejarse.

Domingo, 22 de marzo de 2009.

Etiquetas:editorial