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Editorial: "Las cifras del CIS"

Editorial. 16 de mayo. A los españoles nos gustan las apuestas. Nos gusta apostar en loterías, en casinos virtuales y en el resultado del próximo partido de fútbol. Nos gusta tanto el envite que apostamos incluso sobre cosas que, a priori, no se plantean en términos de victoria o derrota, de éxito o fracaso. Las cifras que arroja el CIS sobre el último Debate sobre el Estado de la Nación, darán la razón o la quitarán a quienes antes de producirse el mismo se pronunciaron sobre su resultado. Incluso es más que probable que otorgue la razón a ambos y que ambos encuentren en el galimatías de decimales argumentos y contra argumentos para salirse con la suya.

Hay un par de cosas absurdas en este tipo de encuestas. La primera es que los mismos organismos encargados de realizarlas advierten que no son fiables, presentan errores y que…¡todo el mundo miente al ser encuestado! Mal comienzo. La segunda es constatar que casi la mitad de los encuestados admiten que no siguieron el debate con especial interés y que sólo sirve para aburrir al personal. Es decir, la mitad de los encuestados están mintiendo al decir que ganó Zapatero o estuvo más pegado a la realidad Rajoy, ya que no siguieron el debate y, en consecuencia, no pueden afirmar tales cosas. Es igual, si los políticos pueden hablar de temas que desconocen, ¿por qué no cualquiera?

Desde el desconocimiento que arrojan las cifras, y en un intento porque el esfuerzo de los encuestadores no caiga en saco roto, trataremos de encontrar el matiz que nos arroje un poco de luz. Puesto que no se puede fiar al criterio de los encuestados (al menos no al de todos), habrá que hacerlo a la opinión de los mismos (que de eso todos tenemos). Es decir, a la apreciación subjetiva, no ya de lo expuesto en el Congreso de los diputados, sino de los primeros actores.

Esa apreciación subjetiva de los actores revela dos cosas:

Primero que Zapatero gana a Rajoy y, segundo, que Zapatero seguirá ganando a Rajoy porque el líder de la oposición no gusta ni a propios ni a extraños.

Ahora podemos entrar a discutir si la pérdida de confianza del pueblo español en la derecha la motiva su tibia actitud ante temas de hondo calado social y moral u otra cosa. Lo cierto es que Rajoy gusta menos que Zapatero, es más feo, más antipático o, simplemente, de derechas. Y estos, sólo estos, son los argumentos suficientes para depositar una papeleta en una urna. Por eso ganará Zapatero y por eso, la derecha, no tiene (ni tendrá con el PP de Rajoy) opción alguna de victoria. Por eso, porque Rajoy no es alternativa a Zapatero, España irá hacia una descomposición paulatina, económica, moral y espiritualmente. Lástima que el sistema se base en encuestas y asesores de imagen. 

 

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