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Diario YA


 

Editorial: "Hipócritas"

Editorial. 14 de mayo. La batalla contra el aborto se va perdiendo poco a poco con cada nueva iniciativa a favor del mismo y, súbitamente, con cada aborto practicado. Pero para llegar al punto en el que estamos es necesaria la concurrencia de muchos actores. Es necesaria la presencia de activistas, de feministas obsesionadas con la idea de arrancarse un pedazo de ser para poder seguir con sus vidas como si tal cosa, de ministras genocidas y de medios de comunicación afines que vociferen las ventajas de una vida sin más ataduras que las que uno se imponga, como si cada acto que realizamos no tuviese consecuencias a futuro. Hace falta también, y si no está se crea, una sociedad analfabeta y sensiblera, manipulada hasta la médula y creída en que su analfabetismo se cura con modernidad y su afeminamiento es sinónimo de sensibilidad refinada. Pero, sobre todo, para digerir el trágala, es fundamental y necesaria, una cuadrilla de hipócritas que allanen el camino de piedras y obstáculos.

Está la hipocresía de un Gobierno que fomentará la natalidad con medidas económicas para garantizar las pensiones futuras a la vez que provocará, no ya sólo la muerte de cientos de miles de criaturas inocentes, sino la de alguna que otra de sus madres, en absoluto inocentes. Gobierno que pudrirá los vientres de las españolas y repartirá al tiempo premios anuales a las grandes ponedoras.

Está también la hipocresía del otro bando, la de los que hoy parecen buenos pero que son los padres legislativos de la criatura. Han protestado enérgicamente por el mantenimiento y mejora de las deducciones fiscales en la compra de vivienda y han callado como muertos, pues tal son, ante el revuelo creado por el anuncio de la puesta a disposición del gran público de la píldora postcoital, escondiendo la cabeza para que nadie que pueda votarles pueda reconocerles por sus delitos. Son todos esos que piensan que la actual ley era buena y no había que tocarla porque todos los censados con derecho a voto creían que era buena y no había que tocarla.

Y lo es, sobre todo, quien ha podido gritar en algún momento y ha decidido no hacerlo; quien sigue pensado que esto sólo pasa en casa del vecino pero jamás en la propia; quien ha visto rotas todas sus expectativas como padre cuando su futura cardióloga o arquitecta se ha presentado en casa diciendo que está embarazada y, a pesar de sus convicciones morales y religiosas, a terminando pronunciando la frase que abre la puerta de todos los abortorios:

¿Cómo vas a arruinar así tu vida? 

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