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Diario YA


 

Editorial: "El reverente Obama"

Hay un notable estupor en Occidente por unas imágenes en las que se ve al presidente norteamericano, Barack Hussein Obama, haciendo una escandalosa reverencia ante el sátrapa de Arabia Saudí, el rey Abdullah. Y a pesar de que la oficina de prensa de la Casa Blanca ha intentado poner excusas (que nadie se puede creer), un vídeo de Youtube confirma que Obama no se estaba agachando a coger diez dólares, ni es tan alto como para mirar al monarca saudí como si fuera Rompetechos. Es una reverencia como la copa de un pino.

Y uno se pregunta algunas cosas, más desde la perplejidad que desde la ironía: ¿va a ser esa la forma de relacionarse de Estados Unidos con Oriente Medio en lo sucesivo?, ¿es así como desea Hussein Obama "marcar distancias" con la administración Bush?, ¿asume con este elocuente gesto, Mr. Obama, la Alianza de Civilizaciones de Rodríguez Zapatero?, ¿qué fue de sus palabras sobre lo que le gustaría hacer con Osama Bin Laden ("acabar con él")?, ¿tendrá esta servil y lamentable reverencia algún tipo de contraprestación en dólares o en barriles? Nos preguntamos.

El presidente de Estados Unidos no debería confiar tanto en su imagen ni en la propaganda que de él hacen varios millones de descerebrados, amigos de entusiasmarse con cualquier cosa. El sillón de la Casa Blanca es un escaparate para el Ego que, sin embargo, pasa factura de manera inmisericorde con todo aquel que propone frivolidad donde sólo puede haber prudencia. Sus primeros pasos como mandatario estadounidense mueven más al escepticismo y a la decepción que a la esperanza. Y desde luego su último gesto no ayuda precisamente a mejorar las cosas.

Con los dictadores islamistas lo que procede es mano dura sin contemplaciones, no alabanzas ni compadreos; ante el intento permanente de imponer su falsa fe y sus maneras inhumanas, los occidentales hemos de reivindicar la libertad, como valor supremo del hombre, y nuestro Credo, capaz de alumbrar la mejor de las civilizaciones que ha conocido el mundo. Por eso, la innecesaria, caprichosa e incomprensible reverencia de Hussein Obama ante el rey Abdullah resulta especialmente repugnante e inaceptable.

Eso sí: nuestro presidente estará encantado con la cosa. Todo lo que sea pelotear a la morisma, alabar su cultura (¿cultura?) y dejarse seducir por las dictaduras islámicas es siempre visto con buenos ojos por el inquilino de La Moncloa, que si ya se postraba de hinojos ante la sombra de Obama, a partir de ahora imaginamos que lo adorará por las noches. Pero éste es el estilo que predomina ahora en el planeta, el resultado de las democracias mundiales, lo que hemos querido que impere; la docilidad con el pérfido y la intransigencia con el Bien.

Domingo, 12 de abril de 2009.

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