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Diario YA


 

Editorial: "2 de mayo"

Editorial. 3 de mayo.

Los fastos del 2 de mayo conmemoran el alzamiento de un pueblo, el español, contra el invasor francés. Se conmemora, en un sentido amplio, la reacción victoriosa de un pueblo, privado de su identidad nacional, contra aquél que conculca su derecho a ser quien es. Tiene de particular lo heroico y lo popular porque no es la confrontación de dos estados soberanos, sino la oposición del pueblo llano al gigante militar de la época. A partir del 2 de mayo de 1808, España despertó desde sus entrañas sin un motivo aparente para interrumpir su sueño. Los monarcas a los que el pueblo trata de proteger son, probablemente, los peores reyes que haya tenido España; señores de juegos y vicios, sin un ápice de sensibilidad ni de preocupación por las condiciones de vida de los españoles. Aún así, eran los reyes de España.

Pero a ese primer monumental sofoco hispánico, sucedieron cuatro años de guerras, de escaramuzas continuas, de pequeñas gestas y de grandes historias, de sufrimiento, sacrificio, muerte y triunfo. Las partidas de españoles se echaban al monte no por los reyes de España, no por los herederos, las infantas o la Corte; los españoles engordaban las cuadrillas con los hombres que quedaban para luchar por España. Por España y por sentirse españoles y no franceses; porque desde lo más profundo de sus corazones comprendían que entre una y otra condición, había diferencias, tal vez no evidentes -pues también los soldados franceses sangraban y morían-, pero sí esenciales.

España hubiese hecho lo mismo con cualquier otro que hubiese sido el invasor y, desmitificando, si cabe, el hito histórico concreto que hoy festejamos, cualquier nación de la tierra hubiese reaccionado de idéntica manera ante la invasión a como lo hizo entonces España. Las patrias tienen alma –decía Maeztu-, y no pueden querer ser lo que no son.

La paradoja del momento histórico que comenzó con aquél levantamiento del pueblo de Madrid, la constituye la firma en Cádiz de la constitución de 1812. España pierde con la paz lo ganado con la guerra. Gana el liberalismo y, desde hace doscientos años, trabaja eficazmente en la paulatina y persistente labor de hacer avergonzarse a España de los españoles, y en conseguir que los españoles quieran ser cualquier otra cosa menos hijos de España. El hijo del liberalismo, el nacionalismo, sabe bien de todo esto. Mientras, el pueblo español se adormece, acunado o atontado, en el esquech representado diariamente por políticos y parlamentarios; un subir y bajar a la tribuna a no decir nada, una pléyade de declaraciones absurdas y, las más de las veces, personales, y un sistema de alternancias que no comportan alternativas.

Sólo cabe rezar para que, un día, algo haga despertar al que duerme. 

 

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