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Editorial: "¡Alerta!"

Editorial. 18 de mayo. La crisis de valores es a la sociedad lo que la avitaminosis al enfermo de escorbuto. Una sociedad sin valores es una sociedad incapaz de poner remedio a los males que la acosan. La ausencia de medicina agrava la enfermedad y termina por matar al enfermo. Pero en la amoral sociedad en que vivimos, ciertas patologías son causa directa de nuestra incapacidad para administrar los remedios oportunos, no la consecuencia.

Ayer, celebramos el Día Mundial de Internet, al menos, los 1600 millones de personas sobre la tierra que podemos ufanarnos de contar con herramienta tan útil (la mayoría de la población mundial vive pendiente de cosas mucho más importantes para su supervivencia). Si el mundo fuese un jardín de virtudes, estaríamos de enhorabuena. La patología social encuentra también en la red grandes ventajas;  quizás los que más, la legión de pedófilos a la caza de jóvenes por corromper. Esto no es una amenaza apocalíptica; es una realidad cotidiana. Superadas todas las barreras que ponen coto a la rapiña del ser humano para destrozar la inviolable individualidad  del otro, cualquier medio que proteja de alguna manera la identidad y facilite la difusión es bienvenido.

Nuestras sociedades liberales tienen como axioma que cualquier cosa que produce un beneficio ha de ser legal, y en esta regla se han ido dando pasos de gigante para integrar en un mismo código de conducta cualquier comportamiento. Sí, de tanto verlo todo nos hemos acostumbrado a todo y hemos terminado por aceptarlo todo. Y por esto mismo hemos llegado a pensar que los delitos de pornografía infantil en Internet son un daño colateral inevitable en la aldea global. Inevitables como el progreso, inevitables como el avance de las manecillas del reloj, inevitables como el hombre…

Tal vez por esto, la única maldición que pronuncian los labios de Cristo va dirigida contra los pervertidores de conciencias, contra aquellos que osen poner un dedo encima a un niño, tocar uno de sus cabellos. 

 

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