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Diario YA


 

Contra toda esperanza

Cuando yo era todavía un adolescente y empezaba a tener inquietudes políticas, tuve la suerte de encontrar en la biblioteca municipal de León un ejemplar del libro “Contra toda esperanza” del disidente cubano Armando Valladares. Le aconsejo, amable lector, su lectura.

En él, el autor describe sus veintidós años de prisión en las terribles mazmorras de la tiranía comunista cubana.

Nos cuenta cómo varias veces durante ese período interminable sus guardianes le dicen que no saldrá vivo. Nos describe las torturas a las que los sádicos comunistas le sometieron: palizas a repetición, aislamiento completo en su celda sin luz natural ni artificial, experimentos biológicos, trabajos forzados en condiciones inenarrables.

Los torturadores le tuvieron cuarenta y seis días sin alimentarle y eso provocó una degradación tan grave de su estado de salud que debió pasar cinco años en silla de ruedas. Es una descripción cruda y real de la maldad comunista. Durante todo ese horrible período el objetivo de sus carceleros era romperle psicológicamente, convencerle de que no sirve de nada luchar pues no hay salida posible y lograr, finalmente, que se suicide.

Armando resiste “contra toda esperanza” apoyado en su fe católica y finalmente logra la libertad. Cuando yo miro alrededor de mí y veo en qué se han convertido las sociedades occidentales, la tentación de pensar que no queda ninguna esperanza es fuerte. Casi irresistible.

En esta sociedad occidental enferma reinan los anti-valores o, ¿cómo si no explicar que el aborto, que es el crimen de masa más horrendo de la Historia de la Humanidad, sea considerado un derecho, financiado por el dinero público (o sea, el que el Estado nos roba a todos los contribuyentes) y aceptado incluso por muchos católicos como si fuera un avance sin igual de una presunta liberación de la mujer?

¿Cómo explicar que las personas sean juzgadas únicamente por criterios utilitaristas y en consecuencia clasificadas en dos categorías: “útiles e “inútiles”? ¿Cómo explicar que las aberraciones más horrendas eructadas por la ideología de género sean no sólo jaleadas por todas las fuerzas castuceras sino además enseñadas a nuestros niños en las escuelas?

¿Cómo explicar que el Comunismo, la ideología más sanguinaria en la Historia de la Humanidad, responsable del asesinato de más de cien millones de personas, se nos presente día sí y día también como la ideología del progreso y de la libertad?

¿Cómo explicar que los creadores del Gulag, del muro de Berlín, de los ”hospitales psiquiátricos” para torturar a los disidentes, de las hambrunas programadas, de los campos de la muerte o de la Revolución cultural hayan muerto apaciblemente en sus casas cuando no entre homenajes sin haber conocido ni un atisbo de juicio para pagar por tanto crimen?

¿Cómo explicar que sus herederos sean los que manejan la opinión pública en Occidente con las consecuencias desastrosas que eso provoca? ¿Cómo explicar que por una parte la castuza que ahoga Europa ataque a la familia por tierra, mar y aire, que trame medidas, leyes, decretos y demás para que no haya niños, para que la natalidad se hunda y por otra abra las puertas de Europa de par en par a los invasores musulmanes bajo la excusa de que no hay niños ni jóvenes para hacer funcionar las fábricas ni sostener los (carísimos) sistemas de protección social? ¿Cabe mayor hipocresía? ¿Cómo se explica que en nombre de lo políticamente correcto toda denuncia de esa situación suicida sea no sólo criticada o silenciada sino incluso castigada con pena de cárcel?

Lo anormal, lo aberrante, lo degradante es considerado normal. Podríamos estar tentados de decir que los “malos” han ganado, que muchos “buenos” se han rendido o se han vendido por un plato de lentejas a los “malos” y que quedan tan pocos “buenos” que ni se les oye. Pero en medio de tanta desolación hay signos de esperanza.

Claro que la hay. Quiero destacar cuatro informaciones aparecidas en los medios durante esta semana que me hacen decir alto y claro que hay esperanza. La primera nos habla de Sean Maehrer, un adolescente de Allentown, Pennsylvania, EE.UU. Sean es un adolescente que va al instituto. Un chico normal. Ah, por cierto, Sean tiene síndrome de Down.

Pues bien, su madre temía que Sean sufriera acoso escolar únicamente por tener síndrome de Down y publicó un comentario en Facebook a ese respecto. Su sorpresa fue mayúscula cuando el primer día de clase vio que enfrente de su casa había una veintena de moteros esperando a Sean para llevarlo al instituto y asegurarse de que ningún imbécil se pasaba de gracioso con él.

Allí estaban con sus “Chopper” y sus “Harley”, sus chupas de cuero, sus gafas de sol alargadas y sus tatuajes. Regalaron una chupa de cuero de su club de moteros a Sean y le llevaron en moto al instituto. Después de ese primer día de clase, van de vez en cuando a verle para asegurarse de que todo va bien. Mientras tanto, más de un 90% de niños con (presuntamente) síndrome de Down son asesinados en el vientre de sus madres (?) en Europa. La mayoría de los Estados (con el dinero robado a los ciudadanos mediante los impuestos) obligan a realizar tests a las embarazadas para detectar posibles casos de síndrome de Down.

En cuanto se detecta la posibilidad de que un niño pueda ser Down se pone en marcha una maquinaria de presión infernal para obligar a la madre a asesinar a su hijo. Es un ejemplo refinadamente perverso de aborto eugenésico en la presunta búsqueda de niños “normales”. ¿Y quién es el Estado, ni nadie, para definir quién es “normal” y quién “anormal”? ¿Quién es el Estado, ni nadie, para erigirse en dueño de vida y muerte? Todas las personas tienen la misma dignidad, que les viene dada por ser todos hijos de Dios. Y los no nacidos son, por supuesto, personas.

Toda vida es sagrada y por tanto toda vida es intocable y merece ser vivida. Es más, los que tenemos la suerte de conocer a personas Down conocemos las cualidades formidables que todos ellos tienen: generosidad sin límites, cariño a raudales, luchadores ejemplares por la vida y tantas y tantas otras. Y como ellos, podríamos decir lo mismo de tantísimas personas que no han elegido nacer con una enfermedad y que cada día hacen que este mundo sea más alegre, más sincero, más luchador. Merecen ellos y sus familias todo el apoyo de la Sociedad. Cuanto más débiles, más apoyo.

En segundo lugar, otra noticia en un entorno en el que la superficialidad, el materialismo, la imagen y una opulencia alejada años luz de la realidad hacen la ley. El organizador de la “Semana de la moda de Nueva York” ha invitado a uno de sus desfiles a Reshma Qureshi, una mujer india de 19 años que fue atacada con ácido por su cuñado y que sobrevivió a esa salvajada con secuelas evidentes en su cara y con la pérdida de un ojo. Ella desfiló el 8 de septiembre con un precioso vestido de la diseñadora india Archana Kochar. Reshma declaró refiriéndose a ella y a otras mujeres en la misma situación: “creo que esto ha cambiado mi vida (…) Me siento valiente. ¿Por qué no podríamos disfrutar de la vida ?

Lo que nos ha pasado no es culpa nuestra. No hemos hecho nada malo, así que deberíamos seguir avanzando”. Como Reshma, muchas personas sufren de una invalidez física (paraplejias, tetraplejias, amputaciones…) y esta sociedad enferma les condena por ello al ostracismo. A la invisibilidad. Les obliga a esconderse como si hubieran hecho algo imperdonable. Y eso cuando no promulga leyes para facilitar la eutanasia bajo el falso pretexto que sus vidas son un infierno y el suicidio asistido es la solución. Ya el año pasado, la Semana de la moda de Nueva York fue noticia por haber invitado a desfilar a Madeline Stuart, una joven con síndrome de Down.

Sus vidas son tan valiosas como las de cualquiera y me atrevería a decir que aún más por el ejemplo de lucha y de dignidad que nos muestran todos los días. Y esto me permite enlazar con la tercera noticia que, gracias a Dios, ha inundado los medios de todo el mundo: la apertura de los Juegos Paralímpicos en Río. Nunca antes había habido tanta cobertura mediática de este acontecimiento. ¡Cuánto camino recorrido desde la primera edición, Roma, en 1960, pero cuánto todavía por recorrer! España es una verdadera potencia y nuestros compatriotas siempre se vienen con una excelente cosecha de medallas.

¿Sabían Uds que, por ejemplo, la nadadora Teresa Perales lleva ya 23 medallas en las cuatro ediciones en las que ha participado más esta quinta de Río? ¡Bien por ellos y por los otros deportistas paralímpicos por su ejemplo de pundonor, de perseverancia, de lucha, de dignidad y de alegría! La cuarta excelente noticia viene del Este de Europa, de Hungría: Víktor Orban, su primer ministro, ha decidido crear una Secretaría de Estado, con un presupuesto de 3 millones de euros anuales, para ayudar a los cristianos perseguidos de todo el mundo.

La nueva estructura se crea "para luchar de una manera efectiva y con la autorización del gobierno contra todo tipo de persecuciones contra cristianos" y está enmarcada dentro del Ministerio de Recursos Humanos, dirigido por el ministro Zoltán Balog.

¡Qué contraste entre la política practicada por el Sr. Orban y la perpetrada por Merckel! Uno luchando contra la invasión musulmana y la otra favoreciéndola. Uno ayudando a sus hermanos perseguidos por el mundo y la otra abriendo las puertas a sus verdugos.

Uno pidiendo en su día la inscripción explícita en la constitución europea de la identidad cristiana europea y la otra haciendo todo lo posible por acabar con esa misma identidad. Yo estoy convencido de que la salvación de nuestra santa madre Iglesia vendrá de África y la de Europa vendrá del Este. Esta decisión del Sr. Orban no hace más que ratificarme en esta idea. Amigos: quedan muchos “buenos”.

La lucha por la vida, la familia, las raíces cristianas y el Bien Común merece la pena, aunque parezca que la hagamos “contra toda esperanza”.

Carlos RR, militante de Alternativa Española (AES)