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Diario YA


 

Continúa el ridículo

Rafael Nieto, director de Sencillamente Radio. Una de las ventajas que tiene este sainete de medio pelo, este mercadillo de mezquindades que estamos viendo y padeciendo desde el pasado 20 de diciembre de 2015, es que pone de manifiesto lo que es la política española y, en concreto, el sistema democrático que se perpetró después de la muerte de Franco. La adorada democracia, la modélica Transición, en fin, todas las mentiras de consenso con que se ha venido engañando a la mayoría del pueblo español durante más de cuarenta años han quedado reveladas ahora en toda su crudeza. Si algún ingenuo quedaba, si alguien tenía todavía a estas alturas alguna duda del tipo de individuos que componen la partitocracia y las instituciones, es de suponer que se estarán cayendo ya del guindo.

Habrán observado ustedes la evolución psicológica de los líderes de los cuatro principales partidos desde las pasadas elecciones del 26 de junio hasta ayer. En las horas posteriores a la clara victoria del PP, la izquierda guardó silencio de manera elocuente. Pasaban los primeros días, y estaban como el boxeador sonado que, tras la derrota, trata de tomar aire y recuperarse, porque el revolcón fue de aúpa. Pero a medida que han pasado los días, y ante la evidencia de que Rajoy, por sí solo, no podrá formar un Gobierno mínimamente sólido, los perdedores se han ido viniendo arriba hasta llegar a la conclusión de que, por qué no, ellos también tienen derecho a gobernar. Han perdido sonoramente, sus votantes les han dado una patada en el trasero monumental, pero como en la España de hoy todo vale y nunca hay un disparate que sea lo suficientemente grande, se han autoconvencido de que pueden ser ganadores aunque hayan perdido. Así de surrealista y, por tanto, así de español.

Pedro Sánchez apareció con una especie de parpusa arrebañando unos mejillones en un chiringuito de Mojácar después de una noche electoral en la que imaginamos que derramó muchas lágrimas. Metafóricamente hablando, claro. Nuestro amigo El Coletas, que ya se veía reunido con el politburó de sus mediocridades de amigos en el Palacio de la Moncloa, metiendo en la cárcel a los fachas y haciendo decretos para quemar iglesias, se quedó también con un palmo de narices, y apenas pudo dar una rueda de prensa, dos días después, sacando esa vocecita de seminarista que finge siempre que quiere parecer civilizado e inofensivo. Estaban muy tocados. Pero Mariano, que es machacón en sus convicciones y no piensa dar un paso atrás porque ha obtenido 14 diputados más que en diciembre, ha visto cómo de nuevo, igual que hace seis meses, todos le han dado la espalda. Nadie le presta su apoyo para investirlo presidente, y ya se habla nuevamente de unas terceras elecciones o de un hipotético, surrealista, kafkiano gobierno de izquierdistas y separatistas, aunque todos sus promotores sepan que es casi imposible lograrlo.

De manera que estamos en el mismo punto donde lo dejamos en navidades. El día de la marmota no se acaba nunca. El que gana las elecciones no logra la mayoría absoluta, y como es odiado, repudiado y estigmatizado por todos los demás partidos del sistema, se queda en minoritaria soledad, y es incapaz de poder formar Gobierno. A su vez, todos los demás, como muchos no saben ni lo que son, ni qué ideología tienen, ni si su eventual líder va a durar más de un mes en el cargo, tampoco tienen capacidad para lograr una mayoría parlamentaria. Estamos en un callejón sin salida, y el que podría mover alguna ficha para que esto se arreglase, que era el Rey Juan Carlos, ya no es rey, y su hijo (no sabemos si asesorado por la reina o no) no parece dispuesto a salirse del renglón que la Constitución del 78 prevé para la institución monárquica en casos como éstos.

Lo que les venimos diciendo desde hace muchos años, desde mucho antes de que una situación como ésta pudiera preverse o imaginarse, es que los políticos españoles, los de un partido y los de otro, todos sin excepción, no tienen el menor interés en las vidas ni en los problemas de los ciudadanos. Por eso les recomendamos que no tengan ese fervor insano, esa pasión casi sexual hacia los partidos políticos. Son simplemente un mal necesario, sólo eso. Pero ni merecen nuestro respeto, ni merecen nuestro apoyo, ni evidentemente merecen otra cosa que el desprecio por unas organizaciones básicamente corruptas que sirven para que sus líderes y toda la cohorte de pelotas y advenedizos que les acompañan, puedan darse la vida padre a costa de nuestros impuestos y de nuestra paciencia. Nos han engañado durante 40 años, nos quieren seguir engañando, y depende de cada uno de ustedes que lo consigan o no. En sus manos estará la próxima vez que nos llamen a votar, que muy probablemente sea dentro de unos meses o de unas semanas, tal y como está el panorama.

Necesitamos partidos patriotas dirigidos por políticos patriotas no profesionales. Necesitamos al frente de los partidos a personas que pierdan dinero en la política y aún así quieran dar un servicio a la Patria. Y necesitamos un sistema que en vez de premiar la corrupción, la erradique; que en vez de premiar la alta traición, la impida; que en vez de promocionar a los moralmente tibios y a los que quieren destruir la nación más antigua de Europa, saque a empujones de la vida pública a unos y a otros. Necesitamos, en resumen, una democracia de verdad que prime los intereses de España por encima de los particulares de clase. Pero si seguimos dando en las urnas el mensaje de que nos gusta que nos castiguen y nos maltraten, mucho nos tememos que tardaremos más de la cuenta en ir cambiando de rumbo.

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